Para mediados de 1812 la revolución se encontraba en franco
repliegue, amenazada por el poderío militar realista y por las contradicciones
internas. El gobierno central del Primer Triunvirato, manejado por la elite
liberal de Buenos Aires, había decidido que todo el poder militar debía
concentrarse en defender la capital y que se debía resignar el resto del territorio
a manos del enemigo. Para cumplir con esta tarea, se remitió hacia el norte a
Manuel Belgrano, quien desobedeció al gobierno y presentó batalla en Tucumán,
la batalla inverosímil que salvó a la revolución.
A fines de agosto, Belgrano había ordenado el repliegue
masivo de todo el ejército y del pueblo jujeño y salteño hacia Tucumán. El
objetivo era dejarle tierra arrasada al enemigo realista, que avanzaba decidido
desde el Alto Perú. Los órdenes del Primer Triunvirato impelían a Belgrano a
retroceder hasta Córdoba o, incluso, hasta la propia Buenos Aires.
Al despuntar la primavera, la larga caravana de carros,
carretas y carruajes que conducían el éxodo jujeño, arribó a Tucumán, cuya
población estaba determinada a no replegarse. Belgrano, en virtud del fervor
guerrero que encontró en la ciudad, decidió no cumplir la orden del gobierno y
se alistó para presentar batalla.
En la mañana del 24 de septiembre, las tropas patriotas
amanecieron en el campo de batalla a la espera del enemigo. Los realistas, por
su parte, buscaron generar una sorpresa y, para ello, bordearon la ciudad con
el objetivo de atacar por la retaguardia a los revolucionarios. Este movimiento
fue descubierto por las avanzadas, al mando de Gregorio Aároz de Lamadrid, lo
que le permitió a Belgrano adelantarse al enemigo y reposicionar sus tropas
según el rumbo de marcha realista.
Las fuerzas que sostenían la revolución eran un heterogéneo
grupo de hombres armados, en donde confluían desde las tropas regulares hasta
las milicias gauchas locales, en muchos casos, portando tacuaras con cuchillos
enastados. Pese a estas falencias, la voluntad de lucha de los hombres
liderados por Belgrano, sería suficiente para derrotar al enemigo.
La batalla se desarrolló bajo las características tácticas propias
de la época, esto es: la infantería cargando de frente, mientras que la caballería
lo hacía por los flancos. En un principio, la caballería patriota sacó alguna
ventaja, pero por el centro de la acción la infantería realista, con toda su
experiencia guerrera a cuestas, empujó a los revolucionarios hacia atrás. En
aquel momento, en donde todo indicaba que la victoria quedaría para el enemigo,
una acción sorpresiva, volcó el desarrollo de la lucha.
Pablo Camogli