Teníamos razón cuando a pesar de la rabia, de la
impotencia y del hartazgo, supimos entender el mensaje de unidad, de
integración al que nos convocaba la presidenta para seguir creando y
creciendo.
Ni ahora ni antes he creído que la razón sea
una consecuencia directa de la cantidad de gente que aprueba o vota
alguna idea o a un partido político. La Historia está sembrada de
decisiones de mayorías circunstanciales que se han extraviado inclusive
hasta el suicidio como sociedad o como Nación. Aunque la tortura y la
pena de muerte tuvieran la aquiescencia de amplios sectores, seguirían
siendo una sinrazón. Es y será inaceptable la expoliación de otras
naciones, el racismo, la negación de la identidad de un pueblo, aunque
sea la voluntad mayoritaria del país agresor.
Dicho lo cual y previendo que el discurso opositor-mediático se
volverá cada vez más incandescente y sobrevendrán las habituales y
obscenas comparaciones con la Alemania de Hitler o la Italia de
Mussolini, queda debidamente expresado que las razones de la razón de
este avasallador triunfo, de esta ratificación abrumadora, de esta
muestra de esperanza, confianza y fe en el gobierno nacional, no sólo se
apoyan en razones estadísticas, aunque tal vez sí, en aquellas “patas
en la fuente” del 17 de Octubre de 1945.
Teníamos razón cuando contra viento y marea Néstor y Cristina
decidieron abrir el camino para saldar con justicia las heridas abiertas
por el terror de la dictadura cívico-militar. Sin verdad y sin memoria
los pueblos se marchitan, se inmovilizan y envejecen.
Teníamos razón cuando a pesar de la rabia, de la impotencia y del
hartazgo, supimos entender el mensaje de unidad, de integración al que
nos convocaba la presidenta para seguir creando y creciendo. Supo el
Pueblo abstraerse de las amenazas, de las agresiones, de las falsedades,
los pronósticos delirantes y catastróficos. Los emisores, repetidores y
voceros de esas patrañas han comenzado a despedirse de la vida
política, porque ya casi nadie los escucha. Y lo que es peor, han
perdido el poco respeto que conservaban.
Teníamos razón en contrariar el paradigma neoliberal, las recetas de
los países “serios”, en el desendeudamiento para recuperar libertad de
acción y soberanía. Y en utilizar al Banco Central a favor del país. El
domingo 23 se votó también por estas razones. Y hubo tal vez alguno que
recordó –sólo como un ejemplo– al radical-duhaldista Rodolfo Terragno
recomendándole a Cristina, en el diario La Nación, que aprendiera a
hablar en irlandés, porque ese país era un ejemplo en lo económico. Y
también se votó por el fastidio de no encontrar jamás una autocrítica,
un pedido de disculpas de los opositores, gurúes y escribas.
Teníamos razón en volver a poner al Estado como articulador,
compensador y contenedor de las relaciones entre las personas y los
intereses sectoriales y corporativos. Sólo el Estado en manos de un
movimiento nacional y popular fue y es capaz de incluir, crear trabajo
genuino, luchar contra la pobreza, proteger a los más débiles y volver a
la concreción de que “los únicos privilegiados son los niños”. También
se plebiscitó la AUH, la asignación para las embarazadas –aunque Miguel
del Sel las bastardeara de manera soez y discriminatoria–, los 5
millones de puestos de trabajo, las paritarias –aunque Binner reclamaba
no pedir aumentos de salarios–, las nuevas y buenas relaciones entre la
CGT y la CTA.
Teníamos razón cuando azorados por la valentía de CFK apoyamos la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual por la que veníamos luchando
desde hacía años. Con Gabriel Mariotto como adalid, recorrimos foros,
medios realmente independientes de los monopolios, universidades,
provincias enteras, sabiendo que esa lucha era fundamental para la
libertad de expresión y muy especialmente para la libertad y el derecho a
la información. Era y es una pelea por la democracia, la pluralidad, la
construcción de sentido y la verdad.
Al Grupo Clarín y a su socio en la ensangrentada empresa Papel
Prensa, La Nación, cada vez hay menos gente que les cree o respeta.
También se votó contra la mentira organizada, por la bronca de muchos de
sentirse violados y burlados en su buena fe tantos años por Magnetto y
compañía y por los opositores que prefirieron ser su furgón de cola por
un minuto de televisión o una fotito en el diario.
Teníamos razón en asumir nuestro destino suramericano, con la
impronta expansiva y patriótica de Néstor, con la reivindicación del
Mercosur, y la creación de la Unasur. Votamos tan aluvionalmente lo que
hizo Cristina en este rumbo y lo que sabemos que seguirá haciendo. Con
tantos países en estado de conmoción y convulsión, elegimos por
convicción, historia y en defensa propia por nuestra región.
Teníamos razón en seguir ofreciendo y construyendo un modelo que
prioriza la educación, que impulsa la ciencia y la tecnología como
estrategia de desarrollo inclusivo y recoge y multiplica lo hecho por
Perón entre el ’46 y el ’55. También se votó con alegría por la
recuperación de la autoestima y el orgullo de pertenecer a un país
soberano en todos los aspectos.
Son tantas las razones de este triunfo maravilloso, que como una
música del pueblo resuenan en los oídos de muchos de nosotros y de
muchos que ya no están, esos versos callejeros: “A pesar de las bombas,
de los fusilamientos, de los compañeros muertos... ¡No nos han vencido!”
Enrique Masllorens