Al producirse los movimientos revolucionarios en América,
quedó claro que la libertad tan deseada no sería sino obra de una extensa lucha
política y, también, militar. Con ese criterio, es que rápidamente los
patriotas de Mayo se pusieron en campaña para extender y consolidar el proceso
político desatado con el Cabildo Abierto del 25 de Mayo. Pese a las distancias
y los contratiempos, en menos de 6 meses, se ya se había registrado el primer
grito de victoria de la patria naciente.
Dos días después del 25 de Mayo, el secretario de guerra de
la Primera Junta, Mariano Moreno, firmó el decreto de creación de lo que luego
sería el Ejército Argentino. Allí, se convocó a una gran movilización de
hombres para integrar las dos expediciones armadas que se estaban diseñando.
Una, al mando de Manuel Belgrano, iría al Paraguay, previo paso por nuestra
provincia. La otra, debía marchar al norte bajo la conducción conjunta de
Antonio González Balcarce y Juan José Castelli.
Las tropas avanzaron hacia el norte, con el objetivo puesto
en el Alto Perú, en donde ya se habían producido levantamientos populares
contra el orden colonial vigente. En su camino, las tropas lideradas por
Balcarce fueron reclutando nuevos contingentes, en especial en Salta y Jujuy,
en donde se incorporaron los que luego serían los famosos “gauchos de Güemes”.
Para fines de octubre, las fuerzas revolucionarias habían
traspado la línea la quebrada de Humahuaca y se dirigían hacia Cotagaita, una
poderosa fortificación sostenida por los realistas. El 27 de octubre, los
patriotas fueron derrotados en aquel lugar y debieron replegarse hacia el sur.
Al llegar al río Suipacha, Balcarce decidió frenar la
retirada y buscar sorprender al enemigo. Para ello, contó con el valioso aporte
de un refuerzo de municiones y, sobretodo, con el pago para las tropas, a
quienes se les abonó los salarios la noche previa a la batalla.
El plan era sencillo, atraer al enemigo hacia la vera sur
del río Suipacha con una pequeña fuerza que actuara como señuelo, mientras que
el grueso debía permanecer oculto en una quebrada cercana, desde donde se podía
tomar por la retaguardia a los realistas.
Pablo Camogli