El siglo XX ha estado surcado por la lucha
constante de los pueblos americanos en procura de su definitiva liberación
nacional. En el marco de una lucha continental, el mayor triunfo de la
revolución en América fue el conquistado por los cubanos en enero de 1959, y
luego de una extensa lucha armada contra las tropas del dictador Batista. Días
después de aquel triunfo, el 16 de febrero, la nueva conducción política de la
isla caribeña, designó a Fidel Castro, el comandante Fidel, para el cargo de
primer ministro.
Luego del desastre del desembarco del Granma,
en diciembre de 1956, la revolución parecía derrotada en Cuba. De aquel suceso,
sobrevivieron los hermanos Castro, Fidel y Raúl, el Che Guevara y Camilo
Cienfuegos, entre otros. Aquel puñado de hombres iniciaría la más
extraordinaria lucha popular que se recuerde en el continente.
En un principio se asentaron en la Sierra
Maestra, lugar que transformaron en su base de operaciones contra el ejército
de Batista, compuesto por unos 70.000 hombres con apoyo de los Estados Unidos.
Durante dos años se sucedieron los combates, la gran mayoría de ellos,
favorables a las armas de la revolución. Para fines de 1958, la situación
militar, política y social del régimen dictatorial era calamitosa. Los
revolucionarios habían ampliado su base de operaciones y se dirigían hacia La
Habana, mientras amplios sectores de la sociedad los apoyaban abiertamente.
Luego de algunas victorias increíbles, como
la de Santa Marta, en donde el Che Guevara detuvo un tren militar defendido por
3000 soldados con su división de apenas 300 combatientes, la revolución avanzó
decidida hacia la capital. El 1 de enero de 1959, y ante un fervoroso pueblo en
las calles, las columnas ingresaron en La Habana liberada.
En su primer discurso en La Habana, el 8 de
enero, Fidel manifestó que “La tiranía ha sido derrocada. La alegría es
inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos
creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más
difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al
pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores
consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de
optimismo”.
Pablo Camogli