Sólo Cristina garantiza el avance de los trabajadores argentinos, por Luis D´Elia


En ocasiones, el general Juan Perón hizo referencia a que toda lucha sectorial debía tener la adecuada correspondencia con los intereses generales de la clase y, por ende, con las líneas directrices del proyecto de Nación. 

No es posible concebir que la disputa de los intereses de trabajadores de determinado sector afecte los intereses del conjunto de la clase obrera y termine siendo usada por intereses foráneos, ajenos y antagónicos a los del pueblo.


Es normal y no debería generar ningún tipo de alteración que, cuando cualquier sector de la economía se encuentra disputando condiciones paritarias, se generen tensiones lógicas y compatibles con el tironeo de intereses que tienen que ver con salario y condiciones laborales; siempre y cuando esa disputa no adquiera connotaciones que busquen hacer colapsar servicios esenciales que afectan la vida y la estabilidad de la comunidad.


Vuelve a mi memoria el lockout de camioneros que colapsó la economía chilena después de 112 días y que, en nombre de los intereses de un sector sindical, liquidó el gobierno de la Unidad Popular que presidía Salvador Allende. Después de décadas nos dimos cuenta de cómo habían operado la CIA, Kissinger y Jimmy Hoffa en el conflicto. O el paro de los petroleros de PDVSA contra Hugo Chávez para  evitar la nacionalización total de la empresa y su control por el gobierno de Venezuela. 


Hay que decir que el Impuesto a las Ganancias aplicado a los salarios en la cuarta categoría data de 1933 y no es un invento de este gobierno; y cierto pico inflacionario adjudicado al consumo popular ha sido una constante a lo largo de estos nueve años. 


Es necesario caminar hacia la derogación de ese impuesto pero seamos conscientes que el remplazo de un impuesto por otro requiere tiempos que quizás no se tengan, en medio del vendaval de la crisis mundial capitalista. Quizá lo más sabio sea una negociación del gobierno y las centrales sindicales en la que se acuerden lapsos, modos y formas para la resolución de la cuestión, cara a los intereses de la clase. 

Recuerdo cuando la CGT llenaba River y respaldaba a Néstor y a Cristina y no se hacían planteos; sólo se hablaba de respaldo al gobierno que ha garantizado mayor acumulación y avance de la clase trabajadora desde 1955. 


En estos nueve años hemos vuelto a tener paritarias, consejo del salario mínimo, vital y móvil, la creación del APE y permanente subsidiariedad y asistencia a la tarea social de los sindicatos, y las jubilaciones con aumentos anuales reglados por ley. 



Es bueno tener memoria y no olvidar que los neoliberales conservadores de los ’90 (que hoy expresan Scioli, Macri, De Narváez) nos tuvieron once años sin aumentos de salarios ni de jubilaciones, que cerraron 185 mil fábricas y dejaron 8 millones de desocupados. ¿Puede un sindicato decir que defiende intereses de su sector y apoyar a su vez políticamente a candidatos de las corporaciones económicas digitados por la embajada estadounidense?

Algunos dicen que los enojos vienen del armado de listas, de la socialización del poder político a la hora de representar el proyecto nacional, popular y democrático. Tengo serias dudas, porque los enojos por estas cuestiones, si se quiere contradicciones de cuarto orden, no pueden llevar a que los trabajadores nos peguemos un balazo en la mano.


Si alguien cree en la Argentina que yéndole mal a Cristina, saboteando el proyecto nacional, popular y democrático, se perjudica a la familia Kirchner o a un grupo de seguidores, se equivoca. Si quiebran a Cristina y a su gobierno sobrevendrá una catástrofe para los intereses populares, en particular para los trabajadores y los pobres de este país. 


Convoco a los trabajadores de todos los sectores de la economía a que reflexionemos, de cara a nuestra historia, que cada vez que nos dividimos, cada vez que lograron quebrar la unidad del campo del pueblo, lo que sobrevino después fue la tragedia, que tuvo el rostro de la represión, la tortura y la muerte, el cercenamiento de derechos, la pobreza, el atraso y los regresos oligárquicos, siempre llenos de odio y de venganza.

Luis D´Elia