Recuerdo aquel 28 de agosto de 2009 cuando, en el marco de la Cumbre de la UNASUR, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciaba la adopción de la norma de transmisión japonesa (ISDB-T) y, en ese mismo momento, creaba mediante el decreto 1.148 el Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre.
Y reafirmo este agosto de 2011 cuando ya contamos con 19 estaciones digitales de transmisión operando, cuando se han distribuido casi 600 mil decodificadores en forma gratuita a sectores con vulnerabilidad económica; cuando 17 señales pueblan con contenidos plurales las pantallas, y cuando una multitud de actores sociales y de sectores vinculados a las telecomunicaciones están trabajando en forma activa.
Todo eso hemos logrado en dos años con la televisión digital, y es tan sólo el comienzo en el desarrollo de esta política pública con la cual apuntamos a dar un salto cualitativo en el crecimiento industrial y tecnológico de la Argentina; a generar riqueza y empleo a través de la producción nacional; y, esencialmente, a lograr que todos y cada uno de los argentinos sin importar las dificultades geográficas o sociales que puedan padecer, acceden a una televisión abierta y federal.
Podemos observar que en los últimos 20 años se produjo una culturización que sostiene que sólo los contenidos audiovisuales pagos son garantía de buena de calidad. Nosotros trabajamos para terminar con esta antipática distinción entre ver bien para quien paga, y ver mal para quien no paga, como también para posibilitar que quienes por cuya geografía siempre estuvieron impedidos de ver televisión en forma normal o directamente nunca pudieron ver, ahora puedan hacerlo.
Muchas definiciones podemos dar sobre la televisión digital.
Como primer dato técnico, decir que implica un cambio en el patrón tecnológico en la forma en que se trasmiten y se reciben las señales. La vieja señal eléctrica de las trasmisiones de la televisión analógica, se reemplaza ahora por una suerte de empaquetamiento en bits, en ceros y unos.
Esta señal digital viaja por el aire de manera muy parecida a como lo hace la señal normal de radio o televisión. Para que la televisión digital pueda ser vista en cada hogar no es necesario cambiar de televisor, simplemente el usuario debe tener un receptor específico, conocido como Set Top Box o decodificador, y conectarlo a cualquier tipo de televisor, ya sea de tubo, plasma o LCD.
Pero a lo que a mi juicio es la principal virtud tecnológica de la digitalización, más allá de la mejor calidad de sonido e imagen que brinda, es que en el mismo ancho de banda con que se trasmite hoy una señal analógica, se pueden emitir ahora al mismo tiempo entre 4 y 6 señales de baja resolución, con lo cual hay un uso racional y optimista del espectro radioeléctrico.
Lo importante también en este caso no es qué sino para qué, dado que esta característica técnica también es aprovechada en función de un objetivo social: el de abrir un mundo de oportunidades a los sectores tradicionalmente inhibidos de participar con su mirada de los conflictos y dilemas que implica la comunicación.
La proliferación de nuevas señales pone en valor principios como la pluralidad de voces y la diversidad de contenidos que forman parte de la filosofía de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Los sectores sin fines de lucro como organizaciones sociales, pueblos originarios o cooperativas son ahora protagonistas reales en la construcción de una televisión enriquecida que, alternativamente a la propuesta comercial, homogénea y etno-porteña que entiende a la radiodifusión como un mero espacio de mercado, intenta generar un modelo de contenidos que de cuenta de la riquísima diversidad cultural, histórica y geográfica de cada una de las regiones de nuestro país.
La fuerte inversión que realiza el Ministerio de Planificación Federal en recursos humanos, en infraestructura, en equipamiento no es para que se vea mejor lo que hasta ahora se estaba viendo, sino para que sea vea lo que hasta ahora nunca se vio.
Es decir, para alentar nuevos contenidos, que realmente es el aspecto más difícil a la hora de hacer televisión. Una planta transmisora, una antena o un decodificador se compran una vez y se amortizan por años, en cambio hacer contenidos implica poner en pantalla todos los días 10, 14 o 20 horas de programación.
En función de ello, el Estado también tiene una fuerte presencia alentando e invirtiendo en la producción de contenidos a través del diseño de diversos programas como el de Polos Audiovisuales Tecnológicos, que busca federalizar la producción y así diezmar las asimetrías existentes entre distintas regiones a la hora de participar en la cocina de la televisión.
O como los concursos, que en colaboración con el INCAA, se lanzaron en 2010 y se reeditaron este año con un éxito absoluto y una alta participación de productores, actores, guionistas, iluminadores y trabajadores de la televisión de todo el país.
Cada una de las iniciativas fomentadas desde el Estado han sido recibidas y devueltas con propuestas televisivas plurales, que nos permiten ver que hay una fuerte necesidad de que otros relatos y miradas del mundo puedan ser contadas en televisión.
Como dijimos, muchas son las definiciones válidas que podemos dar sobre la televisión digital y cada una de ellas nos importa en virtud de su función social. Hemos democratizado la calidad estética, hemos logrado que la televisión llegara a lugares donde antes no llegaba y a personas que antes no podían acceder a ella y hemos ofrecido una diversidad de contenidos que antes no existía.
En estos dos años hemos conseguido que haya más y mejor televisión para todos. Y vamos por mucho más.
* Coordinador general del Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre, dependiente del Ministerio de Planificación, Inversión Pública y Servicios.
por Osvaldo Nemerovsci
fuente Telam