La isla que nunca se independizó


Fue el último territorio colonial español en América. Y casi al mismo tiempo, se convirtió en el primer enclave imperialista yanqui en el continente. Así es la historia de esta isla caribeña llamada Puerto Rico, la isla que nunca se independizó.

Los conquistadores españoles arrasaron con su población nativa, a la que exterminaron con su voracidad genocida en pocos años. Luego, llenaron la isla de mano de obra esclava, traída de los campamentos de caza humana instalados en el África. Así vivió, durante 400 años, la isla de Puerto Rico, alimentando las fauces del andamiaje colonial español, con el esfuerzo de sus habitantes.

En el siglo XIX, y cuando la gran mayoría de las naciones de América ya habían alcanzado su independencia, Puerto Rico recién comenzaba su propia lucha libertadora. Mediante el Grito de Lares, de 1868, la isla obtuvo algunos beneficios autonómicos, pese a que se mantuvo la dependencia con la metrópoli europea.

Por su parte, los Estados Unidos ya habían definido que su área de influencia imperial sería el Caribe y América Central. Ningún país europeo podía entrometerse en la región, porque así lo habían decretado, los Estados Unidos.

En medio del clamor puertorriqueño por obtener su independencia, se desató la guerra colonial entre España y Estados Unidos, que se disputaron las posesiones caribeñas de Cuba y Puerto Rico, como así también las lejanas Filipinas. Por aquel entonces, no había rincón del planeta que no fuera moneda de cambio para los imperialismos decadentes o en ascenso.

El 25 de julio de 1898, las tropas yanquis invadieron Puerto Rico, iniciando una ocupación que se extiende hasta el presente. Para algunos, la presencia de los marines era la posibilidad de acabar con el colonialismo español. Para los marines, era tan solo un paso más en la consolidación de los intereses estadounidenses en la región.

En 1900, el gobierno de los Estados Unidos decidió la organización estatal puertorriqueña, en la que no tuvieron participación… los puertorriqueños. El control del país quedó en manos de un gobernador democráticamente elegido por el presidente de los Estados Unidos.

Los primeros años del siglo XX, marcaron la consolidación de los intereses norteamericanos sobre el mar Caribe y Centramérica, sus empresas multinacionales se apropiaron de todas las tierras y las materias primas que encontraron. En ese contexto, era impensado para Puerto Rico soñar con la independencia.

Pero aún faltaba una clavija más, en la sumisión al imperio, y esa clavija se ajustó el 2 de marzo de 1917, al sancionar la Ley Jones. Esta ley le daba a los puertorriqueños la ciudadanía yanqui, pero, curiosamente, no les daba la de Puerto Rico. Estados Unidos le entregaba todas las obligaciones que tenían los ciudadanos de su país, como ir a pelear a cuanta guerra absurda hubiera, pero no le otorgaba ningún derecho. Pretendió ser una ley generosa, pero escondía una triste verdad: aquel día, Puerto Rico perdió su sueño de independencia. Aquel día, Puerto Rico pasó a ser, la isla que nunca se independizó.