El imperialismo italiano invadió Etiopía



Uno de los motivos principales del origen de la Segunda Guerra Mundial, fueron las ansias imperialistas de una notable cantidad de países. Esa búsqueda por la obtención de colonias, como si el mundo se hubiera petrificado en el siglo XIX, desembocó en una guerra planetaria como nunca antes se había visto. Uno de esos países con ansias de imperio, fue la Italia de Benito Mussolini, que lanzó sus tentáculos sobre África, la época en que el imperialismo italiano invadió Etiopía.

Desde su llegada al gobierno en 1922, que Mussolini ansiaba recuperar el dominio italiano sobre las costas del Mediterráneo, como si la restauración del imperio romano fuera posible. Imposibilitado de avanzar en ese proyecto, puso su atención en el interior africano, en donde Etiopía se erigía como un estado independiente conducido por el gran Negus Haile Selassie y con quién Italia ya había mantenido una guerra colonial a fines del siglo XIX.

Para fines de 1934 se produjeron serios combates en la zona limítrofe entre Etiopía y las posesiones italianas en Eritrea y Somalía. Frente a la agresión, Selassie recurrió a la Sociedad de Nacionales, institución que no se comprometió en el tema, temerosa de que ello desembocara en una nueva guerra mundial.

A partir de estos hechos, Italia comenzó a reunir tropas en la frontera, mientras que el gobierno local hacía lo propio. El 3 de octubre de 1935, unos 100.000 soldados fascistas al mando del general Emilio de Bono, invadieron Etiopía sin mediar declaración de guerra alguna. La invasión imperialista estaba en marcha.

Unos 500.000 etíopes se alistaron para defender su tierra ancestral. Apenas contaban con rifles, fusiles y muchos de ellos, tan sólo lanzas y espadas. Además, la fuerza aérea etíope tenía una docena de aviones, resabios de la Primera Guerra Mundial. Con ese escaso material bélico, los soldados de Etiopía fueron fáciles blancos para el enemigo italiano.

Si bien en un principio las tropas invasoras lograron penetrar hasta Aksum, en el norte del país, la resistencia etíope fue tan importante que Mussolini se impacientó y cambió al general a cargo de las tropas que, en poco tiempo, fueron triplicadas hasta llegar a los 300.000 soldados italianos.

En virtud de esta resistencia, las fuerzas italianas recurrieron a los bombardeos indiscriminados y la utilización de armas químicas, como el gas mostaza. Sólo así pudieron doblegar a las tropas locales, las que resistieron hasta el 2 de mayo, cuando Selassie debió partir al exilio. Tres días después, los italianos ocuparon la capital, Adis Abeba, que cayó ante el poderío del imperialismo italiano cuando invadió Etiopía.

Pablo Camogli