El Polo de un nuevo país

No por repetido deja de ser menos cierto: sin desarrollo nacional no hay independencia económica, soberanía política ni movilidad social ascendente que sean posibles.
En el siglo XXI, tampoco un país puede desarrollarse sin el valor agregado de la ciencia y la tecnología propias y aplicadas a su realidad. Por eso, la inauguración, el jueves pasado, del Polo Científico y Tecnológico en el viejo predio de las Bodegas Giol no sólo fue un acto de gobierno de fuerte sentido político, sino la materialización de un símbolo que ilumina con inteligencia el país del futuro que se pretende construir –que ya está en construcción–, pero que también echa nueva luz sobre un pasado que, con premeditación y alevosía, sumergió a generaciones de argentinos en la pobreza, la frustración y la desesperanza.

El lugar mismo donde se levantó el Polo marca el contraste: lo que era el cadáver de una industria asesinada se convirtió en uno de los órganos vitales para el desarrollo de una nueva Argentina.
La vieja Argentina que apaleó y expulsó a sus mejores científicos en la Noche de los Bastones Largos hoy es otra Argentina que, en los últimos ocho años, repatrió a más de ochocientos científicos y los incorporó al proyecto nacional. La vieja Argentina que aplicó el terrorismo de Estado a sus mejores universitarios y se sumergió en el oscurantismo indispensable para entregarse derrotada a la dictadura de los mercados que le exigían producir caramelos en lugar de acero es hoy la Argentina que es vanguardia en, por ejemplo, nanotecnologías. La vieja Argentina que concebía al científico encerrado en un laboratorio y aislado de la sociedad, es la que hoy lo integra y le permite poner su formación y sus producciones al servicio de la sociedad de la que es parte.

Es esa nueva Argentina la que habita en el Polo Científico y Tecnológico, incluso en su arquitectura y funcionamiento. Porque en el predio de las viejas Bodegas Giol hoy se centraliza y se articula la gestión de la política de ciencia y tecnología del país. Porque allí funciona un espacio interdisciplinario de investigaciones aplicadas para las necesidades nacionales pero también vinculadas que lo que sucede en el mundo. Porque también allí existen espacios, como el museo y el auditorio, pensados para promover la comunicación de la ciencia y la tecnología en la sociedad.

Porque ciencia y tecnología puestas al servicio del desarrollo nacional son parte indispensable de un proyecto estratégico del país. De un país más desarrollado, más soberano, menos dependiente y menos desigual.