A lo largo de los primeros años revolucionarios, el pueblo
misionero fue actor protagónico de numerosas páginas de heroísmo, valentía y
determinación liberadora. El ejército liderado por Andrés Guacurarí se mantuvo
durante años al pie del cañón, siempre dispuesto a defender su tierra y a salir
de campaña ni bien las circunstancias así lo determinaran. Tanto fervor los
llevó, en su momento, hasta las mismísimas puertas de la morada del enemigo.
Para 1816, la situación en el ámbito rioplatense era
compleja y de una belicosidad importante. Una serie de factores confluían para
que los diversos espacios institucionalizados que compartían la región, se
aprontaran aceleradamente para marchar hacia la guerra. El líder del
federalismo José Artigas, había diseñado un plan de campaña para atacar en su
propio territorio al enemigo portugués. En este plan, las tropas guaraníes
debían jugar un rol fundamental: atacar el corazón de la retaguardia y el
flanco enemigo, el pueblo de San Borja.
El 12 de septiembre de 1816, al frente de unos 1000
soldados, Andresito atravesó el río por el paso del Itaquí, a la altura de La
Cruz. Previamente, lanzó una proclama que es uno de los principales documentos
históricos sobre el pensamiento ideológico del pueblo guaraní en armas.
El ejército misionero atravesó el Uruguay por diversos
pasos, como forma de distraer los recursos del enemigo en un frente extendido
y, de esa forma, facilitar la acción principal, que comandaría el propio
Andresito sobre San Borja. Allí, el gobernador de las Misiones Orientales,
brigadier Francisco das Chagas Santos, apenas si reunía unos 500 soldados.
En el viaje, el ejército misionero derrotó a varias
avanzadas del enemigo, como en San Juan Viejo y en Rincón de la Cruz. Para el
día de la primavera, Andresito arribó a San Borja y lanzó un primer ataque que
no resultó efectivo, ya que los defensores contaban con parte del experimentado
regimiento Santa Catharina, 14 piezas de artillería y barricadas en las
principales bocacalles.
Frente a esta situación, el comandante Guacurarí decidió
poner sitio al pueblo, mientras le llagaban refuerzos de toda la región. Así,
el 3 de octubre de 1816 estuvo todo listo para lanzar el ataque. La población
estaba pronta a caer, las tropas guaraníes ya habían sobrepasado las primeras
barricadas, pero la sorpresa jugó a favor del enemigo. En medio del fragor el
combate, surgió de improviso Abreu con 650 hombres, los que atacaron por
retaguardia a los sitiadores. Andresito en persona cargó sobre Abreu, pero
luego de dos horas de sangriento combate, debió replegarse con un saldo de
varios centenares de bajas, entre muertos, heridos y prisioneros.
La derrota de San Borja fue un golpe duro para los
misioneros, pero también pone en evidencia su voluntad guerrera y su capacidad
militar para llevar la guerra, hasta la mismísima puerta de la morada del
enemigo.
Pablo Camogli