La iglesia católica es la institución más conservadora en la
historia de la humanidad. A lo largo de los siglos, se ha arrogado el control
sobre el conocimiento y el avance científico. Todo aquello que fuera en contra
de las verdades reveladas, era tildado de hereje, herético y punible con la
hoguera, la tortura o, en el mejor de los casos, el encarcelamiento de por
vida. Verdaderos genios de la ciencia y el pensamiento, debieron retractarse para
no ser devorados por el fuego de la ignorancia de los papas de Roma. Uno de los
casos más célebres, fue el de Galileo Galilei, quién luego de ser forzado a
abjurar de sus teorías sobre el heliocentrismo, afirmó, por lo bajo, Eppur si muove, que quiere decir, igual,
se mueve.
Galileo fue uno de los genios del renacimiento. Nacido en
Pisa, el 15 de febrero de 1564, fue protagonista de una feroz polémica
epistemológica, filosófica y científica en torno al geocentrismo. Gracias al
desarrollo del telescopio efectuado por Galileo, es que pudo realizar
observaciones astronómicas de una contundencia empírica suficiente, como para
confirmar la teoría de Nicolás Copérnico, quién un siglo antes, había explicado
que era la tierra, la que giraba alrededor del sol.
Frente a este planteo científico, se alzó todo el aparato
cultural e intelectual de la época, que fue cercando a Galileo hasta forzarlo a
desdecirse de sus teorías. Desde diversas universidades se intentó replicar la
idea del helicentrismo, por lo que Galileo afrontó numerosas polémicas con los
científicos, que continuaron defendiendo al aristotelismo.
Claro que el principal enemigo de la idea de una tierra
girando alrededor del sol, fue la iglesia. Los padres jesuitas, quizás la orden
más ilustrada de aquellos tiempos de la contrarreforma, fueron los que salieron
a rebatir, en términos epistemológicos, la explicación de Galileo. Para los
jesuitas, como el inquisidor Roberto Belarmino, la única verdad era la que
figuraba en las sagradas escrituras y allí, Dios había colocado al hombre y al
mundo en el centro del universo.
En 1616, la obra de Galileo fue censurada por la
Inquisición. Luego de ello, el científico tuvo cierta complacencia del papa
Urbano VIII. Esto le permitió continuar sus investigaciones, hasta que en 1632
publicó su trabajo Massimi sistemi,
en donde volvió a plantear la idea del heliocentrismo. Inmediatamente, el
sistema represivo de la inquisición se posó sobre él. Amenazado con la tortura,
Galileo debió confesar que había desobedecido a la iglesia y abjuró de sus
teorías. Sólo por su reputación, es que fue condenado a la pena de cadena
perpetua con reclusión domiciliaria. La ignorancia y el conservadurismo, habían
acallado la verdad del conocimiento científico.
Pablo Camogli