La revolución recién daba sus primeros
pasos, llena de conflictos, enemigos y contradicciones. Sus líderes principales
sabían que, entre los frentes en disputa, el del dominio de lo simbólico ocupaba
un lugar destacado. De allí nacieron las primeras decisiones en ese sentido,
como el acto realizado por Juan José Castelli en Tiahuanaku para decretar la
liberación de los pueblos originarios, o como el hecho del que ayer se
cumplieron 200 años, el día en que Manuel Belgrano creó la bandera celeste y
blanca, que allí sigue, alta en el cielo.
Luego de su paso por Misiones y el
Paraguay, Belgrano fue enviado hacia la costa del Paraná para construir unas
fortificaciones que sirvieran de obstáculo para la escuadra realista que
operaba con total impunidad sobre la costa. Allí, sobre la ribera de Rosario,
Belgrano decidió avanzar en la construcción simbólica e identitaria de ese
embrionario país que, con el correr del tiempo, se transformó en la Argentina.
Así es como, para el día de la inauguración
de la fortificación, decidió izar una nueva bandera, distinta al pabellón
español que se usaba hasta allí. Para eso, se inspiró en los colores de la casa
de Borbón, la casa reinante en España y que usaba el celeste y el blanco en sus
escudos e insignias. En la mañana del 27 de febrero de 1812, las tropas
revolucionarias formaron frente al Paraná y sellaron su lealtad con el nuevo
estandarte al grito de ¡Viva la patria!
Pese al fervor que el acto generó en los
soldados, desde el gobierno central de Buenos Aires, liderado por el ala
liberal-conservadora que presidía Bernardino Rivadavia, se rechazó la creación
de Belgrano y se lo conminó a guardar el estandarte y seguir usando la bandera
española. Belgrano, con toda humildad, guardó la bandera y sólo prometió volver
a usarla para celebrar un triunfo de la patria.
Pocos meses después, ese triunfo coronó los
esfuerzos del ejército y del pueblo en armas del norte del país. En los campos
de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, Belgrano derrotó a los realistas en
una batalla que salvó a la revolución y que sólo fue posible porque desobedeció
la orden del gobierno de replegarse hasta Buenos Aires. Esa victoria, fue la
que necesitaba Belgrano para imponer su bandera.
El 13 de febrero de 1813, el ejército del
norte se formó frente al río Pasaje ante la bandera celeste y blanca creada por
Belgrano. Ese día, las tropas prestaron juramento de lealtad a la nueva
insignia, que ya no podría ser cambiada ni rechazada por gobierno alguno. Una
semana después y bajo el estandarte que Belgrano había elegido para nuestro
país, las tropas volvieron a derrotar a los realistas en la batalla de Salta.
Pablo Camogli