El continente blanco, como se suele
denominar a la Antártida, ha sido un gran motivo de atracción científica y
conquistadora para los países centrales o aquellos que, como el nuestro, se
encuentran en cercanías del gigante de hielo. Desde comienzos del siglo XX que
los gobiernos argentinos han dado señales de soberanía sobre la Antártida,
mediante campañas antárticas y la instalación de bases permanentes en el suelo
más austral del planeta.
El despliegue de recursos se fue ampliando
con el tiempo, hasta que, un día como hoy, 7 de febrero de 1942, se produjo el
primer vuelo argentino sobre la Antártida.
Toda comenzó en 1941, cuando desde la Armada
se diseñó la IV campaña naval antártica. En ella, se agregó la posibilidad de
realizar el primer relevamiento aerofotográfico mediante un hidroavión, que fue
trasportado a bordo del buque A.R.A. “1º de Mayo”.
El avión utilizado fue el Boeing Stearman 76D-1,
con matricula 1-E-41 y que pertenecía a la Escuela de Aviación Naval. Debido a
las características del territorio en que tendría que operar, es que fue
convertido en hidroavión, al reemplazarse su tren convencional de ruedas por
dos flotadores.
La tripulación de aquel avión se constituyó
con el piloto Teniente de Fragata Eduardo Lanusse, mecánico Cabo Principal
Aeronáutico Erik Blomquist, radiooperador y fotógrafo, Cabo Primero Aeronáutico
Antonio Silva y un Cabo Segundo Aeronáutico como ayudante de mecánico.
El barco zarpó de Buenos Aires el 14 de
enero de 1942 y para los primeros días de febrero ya se encontraba surcando los
mares australes. El 7 de febrero, el hidroavión fue arduamente desembarcado del
1° de mayo para realizar el primer vuelo antártico de la aviación argentina. El
vuelo en sí era toda una epopeya, ya que tanto el piloto como el fotógrafo
debían soportar, a la intemperie, ya que el avión no tenía cabina, los vientos
de 30 grados bajo cero. El fotógrafo, además, debía descolgar medio cuerpo
fuera del avión para poder tomar las fotografías, que luego eran reveladas en
el baño del barco.
La expedición realizó tareas hasta el 2 de
marzo, en que se desarrolló el último vuelo del hidroavión. Al día siguiente,
el 1° de mayo puso proa hacia Buenos Aires, ciudad a la que arribaron el 22 del
mismo mes, con una importante y vital información aérea y fotográfica que
serviría, en el tiempo, para ratificar la soberanía argentina sobre parte del
continente antártico.
Pablo Camogli