Nuestra historia tiene profundas
contradicciones en cuanto a sus hombres de armas. De un origen heroico y
plagado de historias de valor y entrega durante la lucha revolucionaria e
independentista a la vergonzosa imagen de un ejército dedicado a reprimir al
pueblo durante la última dictadura, han mediado décadas de contradicciones. Si
hubo un hombre que fue el más claro ejemplo de lo que debe ser un general de la
patria, ese fue Manuel Belgrano, el general que marchó al frente de sus
soldados.
Producida la revolución de mayo, el nuevo
gobierno patrio debía extender su influencia hacia el amplio escenario del
Virreinato del Río de la Plata. Hacia el Paraguay, fue enviado el vocal de la
Primera Junta, Manuel Belgrano, al frente de un diminuto ejército que se fue
engrosando con tropas locales durante la marcha, entre ellas, las
pertenecientes a nuestra provincia de Misiones.
En diciembre de 1810, Belgrano atravesó el
río Paraná a la altura de Candelaria y se adentró en tierra paraguaya con rumbo
a Asunción. Rápidamente Belgrano percibió que su presencia no era bien recibida
por los paraguayos, que se replegaron en procura de las fuerzas que se reunían
en la capital del país para expulsar a los porteños.
Sorteando numerosas dificultades y cargando
un enorme barco fabricado con cueros y utilizado para cruzar los numerosos
arroyos del Paraguay, el ejército patrio avanzó hasta quedar a cien kilómetros
de la capital paraguaya. Allí, en Paraguary, el ejército fue derrotado el 19 de
enero de 1811 en una batalla en que la que la diferencia numérica era de 10 a 1 a favor de los defensores,
que cargaron con todo su vigor contra el Cerro en donde se habían refugiado los
porteños.
Luego de esa derrota, Belgrano debió
comenzar un lento retroceso hacia la frontera misionera, mientras que los
paraguayos lo cercaban por todos lados. Imposibilitado de continuar la
retirada, decidió presentar, una vez más, batalla ante el enemigo. Así lo hizo
en la mañana del 9 de marzo de 1811, sobre las márgenes del arroyo Tacuary, en
donde desplegó sus escuetas tropas.
Con facilidad los paraguayos cargaron sobre
la posición, mientras una columna cruzó el arroyo por otro paso y atacó por el
flanco la posición patriota. En ese momento la situación se hizo dramática, ya
que el ejército de Belgrano había perdido la mitad de su gente. En ese momento
crucial, llegó la intimación de rendición por parte del jefe paraguayo,
intimación que Belgrano rechazó, para luego realizar un gesto inusitado en un
general argentino.
Pablo Camogli