Era una típica mañana otoñal, en una ciudad
que apenas superaba los 11.000 habitantes. Mendoza se estaba despertando con la
tranquilidad que la caracteriza, propia de su impronta colonial, que para 1861
aún era muy persistente en su edificación y su despliegue urbano. A las 8.30,
de la mañana del 20 de marzo de 1861, el suelo mendocino tembló como nunca y la
ciudad, literalmente, se vino abajo, para sepultar a Mendoza bajo los
escombros.
El mayor terremoto de la historia argentina
se produjo hace exactos 151 años en la lejana ciudad de Mendoza. La ciudad,
ubicada al pie de la cordillera de los Andes, es susceptible de sufrir todo tipo
de movimientos telúricos, pero lo de este terremoto superó todo lo conocido
hasta allí.
En cuestión de segundos, la ciudad quedó
reducida a escombros, debido a la masiva presencia de construcciones realizadas
con adobe, material de fácil acceso en la zona y de escasa resistencia a un
temblor de estas dimensiones. Al derrumbe de cientos de viviendas, le siguió un
feroz incendio que perduró durante cuatro días y que terminó de consumir las
pocas casas que habían quedado en pie. También se rompieron los diques y
acequias, con lo que se produjeron numerosas inundaciones en la ciudad y su
campaña vecina.
El terremoto, que según los estudios
modernos habría alcanzado a los 7,2 grados en la escala de Ritcher, fue
devastador en cuanto a la proporción de víctimas fatales. De una población
aproximada de 11.000 habitantes, murieron 4.247, cerca del 37% de la población
total de la ciudad. Ningún otro terremoto en la historia argentina, alcanzó
tamaña destrucción, pese a que sí los hubo más fuertes.
Las pocas imágenes de la época, demuestran
la destrucción imperante. Tan sólo se mantuvo en pie parte del templo de San
Francisco y poco más. El resto, destruido o quemado.
En forma inmediata, comenzó la
reconstrucción de la ciudad, la que no estuvo exenta de polémicas, discusiones
y varias leyes específicas. Algunos pretendían reconstruir la ciudad en el
mismo emplazamiento anterior, mientras que otros proponían mudarla a varios
kilómetros de distancia, quizás pensando que la distancia física pudiera
aplacara tanto dolor. Finalmente se optó por una postura intermedia, que
significó una mudanza de pocas cuadras hacia el suroeste y con una gran y
hermosa plaza central que es la actual plaza Independencia de la capital
mendocina.