Emotivo adiós a Félix


En medio de una emocionante ceremonia, se sepultaron los restos de Félix Escobar en Montecarlo, luego de casi 36 años en condición de desaparecido. Allí, junto al féretro, lo acompañaron su madre, Adolfina Villanueva, sus hermanos, sus sobrinos, sus parientes en general, sus amigos y compañeros de militancia y decenas de personas que se acercaron que dejar un mensaje muy claro: “Felix Escobar, presente, ahora y siempre”.

Félix Escobar fue detenido y permanecía desaparecido desde el 22 de diciembre de 1976, cuando fue secuestrado por un grupo de tareas en la ciudad de La Plata, en donde cursaba la carrera de Ciencias Económicas. Desde muy joven Félix se sumó a la militancia, primero en la UES y luego en la Juventud Universitaria Peronista. Todos sus compañeros de militancia destacan la generosidad y la convicción de Félix para sostener sus principios, como la paz que emanaban sus palabras, en una época en donde los debates se hacían a viva voz y en tono enérgico.

Hijo de una familia numerosa de tareferos, Félix fue el mayor de sus hermanos. Su madre se empecinó en que sus hijos pudieran estudiar y así lo hizo Félix, quién decidió viajar a La Plata para realizar estudios universitarios. Ese fin de año de 1976, el año más trágico de nuestra historia nacional, Félix tenía un regalo para su madre. Gracias a los ahorros que había logrado juntar con mucho esfuerzo, había comprado una bomba para la extracción de agua, de forma tal de evitar que Adolfina tuviera que continuar sacando el agua en forma manual. El aparato represivo no permitió aquel regalo y se llevó a Félix el 22 de diciembre, días antes de que partiera para Misiones.

A partir de aquella fecha, Adolfina inició un doloroso y valiente peregrinar en búsqueda de su hijo. Fueron constantes los viajes hacia Buenos Aires, en donde solía hospedarse en la casa de mis padres y junto a mi madre, Silvia Torres, recorrían las comisarías, los hospitales y los centros de reunión de familiares de detenidos/desaparecidos. Fueron años de tristeza y de miedo, pero siempre con la esperanza de encontrar a Félix vivo.

La democracia y la paulatina libertad de los presos políticos, fue una triste evidencia de la posible muerte de aquellos compañeros que no aparecían con vida en las cárceles de todo el país. Allí se inició otra lucha, la de saber qué había pasado y en dónde estaban los cuerpos de las víctimas. Fue una lucha larga, de casi 30 décadas, pero que un día llegó a su fin para Adolfina.

En diciembre del año pasado, el cuerpo médico forense identificó los restos de Félix en el marco de una investigación por el paradero de otra víctima del terrorismo de Estado. Ayer, en Montecarlo, finalmente se pudo cerrar este ciclo de dolor. Guardaré por siempre como uno de los momentos más emocionantes de mi vida, el abrazo que se dieron mi madre y Adolfina, y las palabras que se dijeron: “lo trajimos, lo trajimos”. 

Pablo Camogli