A comienzos del siglo XX, la provincia de Misiones todavía
era un extenso territorio vacío y cubierto de sus magnánimos montes y su selva
virgen. Luego de la derrota del pueblo guaraní en la década de 1810, debieron
pasar casi 100 años para que nuestra provincia volviera a ocupar un lugar en el
mapa de la argentina. La llegada de la inmigración europea y brasileña, le
devolvió actividad a la provincia, que empezó su largo proceso hasta
constituirse en un verdadero crisol de razas.
Inmigrantes de varios países europeos, comenzaron a poblar y
colonizar nuestro territorio. Entre otros, llegaron alemanes, ucranianos,
polacos, suecos. Y también llegaron grupos de suizos, los que abandonaron los
gélidos Alpes para probar suerte en la subtropical provincia de Misiones.
Aquellos europeos escapaban del hambre y la miseria en la que habían caído a
causa de la primera guerra mundial.
En 1924, uno de estos suizos, llamado Eugenio Lagier, dio
los primeros pasos para conformar una sociedad colonizadora capaz de fundar una
nueva colonia sobre la costa del Paraná, ubicada a 83 kilómetros al
norte del río Paraná. Luego de asociarse con el argentino Luciano Leiva y de
algunos vaivenes, el 3 de mayo de 1928 se oficializó la creación de la nueva
colonia a partir de la elección de la primera Comisión de Fomento en Santo
Pipó, cuyo significado es, el “rastro del santo”.
Lagier realizó numerosos viajes a Suiza en busca de nuevos
colonos para potenciar Santo Pipó, que lentamente empezó a especializarse en el
cultivo del Tung, más allá de tener los cultivos más tradicionales, como la
yerba mate, el tabaco o el maíz.
Durante las décadas de 1930 y 1940, Santo Pipó tuvo su
momento de esplendor, gracias al auge del Tung y al funcionamiento de la
cooperativa de productores locales. En 1946 se creó la Santo Pipó Tungoil, que
comenzó a industrializar el Tung al transformarlo en aceite.
Hasta la década de 1970, Santo Pipó vivió del Tung con calma
y con desarrollo, pero la crisis internacional de los precios de los alimentos
y los cambios que se produjeron en los términos del intercambio, ocasionaron
una fuerte crisis en la industria del Tung. Esto llevó a los productores a
reconvertirse hacia la producción de la yerba Mate, en donde se destaca la
yerba mate Piperó, hoy una reconocida marca de nivel nacional.
Durante la década de 1990 Santo Pipó volvió a tener su
momento de gloria, gracias a un modesto club de fútbol, Tigre de Santo Pipó, el
club de la familia Pigerl que obtuvo numerosos títulos en el fútbol posadeño y
provincial y que soñó, allá por el año 2000, con el ascenso al Argentino A. El
sueño se derrumbó en una fría tarde mendocina, cuando el equipo de los Bauzá
doblegó a los misioneros en Luján de Cuyo.
Pablo Camogli