El diagnóstico económico convencional se encuentra en
aprietos porque la respuesta oficial no es el ajuste ante vientos
recesivos. Por el contrario, se aplican medidas contracíclicas para
amortiguar la caída y generar las condiciones para retomar el
crecimiento.
Por ese motivo analistas y economistas de la ortodoxia
parecen desesperados deseando y convocando una recesión. Están
descolocados y exageran porque lo único que saben proponer son
iniciativas contractivas en momentos como el actual de desaceleración de
la actividad. Retroceso que reconoce su origen en factores externos por
la crisis internacional, en especial por el escaso dinamismo de la
economía brasileña, y también por razones internas debido a las
restricciones a las importaciones y en el mercado cambiario que
inicialmente impactan en forma negativa en el nivel de actividad.
Un rasgo distintivo de los gobiernos de CFK es rechazar las recetas
económicas dominantes en las últimas décadas, desplegadas hoy en forma
implacable en Europa.
Elude las políticas de ajuste presentadas como
necesarias por el discurso económico hegemónico, organismos
internacionales y líderes políticos de potencias mundiales. La
experiencia histórica, como la depresión del ’30 del siglo pasado o la
latinoamericana de las décadas del ’80 y ’90, enseñan que medidas de
ajuste sólo profundizan la caída de la economía y el deterioro de las
condiciones sociales y laborales.
Una cuestión que excede el análisis económico y que corresponde
estudiar a otras disciplinas es cómo perduran en el accionar político y
en la influencia del sentido común axiomas de resultados desastrosos. La
economía convencional ofrece una serie de causalidades, por ejemplo que
si en una recesión se recorta el gasto público se recreará un clima de
confianza que atraerá inversiones o si se podan derechos laborales las
empresas contratarán más trabajadores, que carecen de verificación
empírica. Más bien, sucede todo lo contrario a lo postulado y, pese a
ello, permanecen como rectores principales del debate y práctica
económica.
En relación con el concepto gaseoso de “confianza”, que los
gobiernos europeos apelan para instrumentar un impresionante ajuste en
sus economías, o empresarios y editorialistas locales mencionan como
carencia para referirse a cualquier iniciativa del gobierno de CFK, el
Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, brinda una interesante
definición. En diálogo con Martín Wolf, economista y editorialista del
Financial Times, Krugman señala que “la credibilidad suena muy bien,
pero la evidencia de que la credibilidad antiinflacionaria es una cosa
realmente importante en el mundo real es nula”. El último libro de
Krugman End this Depresión Now! critica con dureza la teoría
macroeconómica moderna y también la noción de que la confianza de las
políticas importa. Krugman apunta que la consistencia de las medidas
económicas es el factor relevante más que la apelación a generar
“confianza” en los mercados con iniciativas recesivas.
Cuando en 2008 se extendió en la economía mundial la crisis
provocada por el estallido de la burbuja de los créditos hipotecarios
subprime y la caída de Lehman Brothers, que se expresó en recesión al
año siguiente, la economía argentina enfrentó esa fase negativa
eligiendo el sendero de expansión fiscal y protección de puestos de
trabajo. Descartó las ideas de restringir el gasto público y regresar al
financiamiento externo, como proponían economistas del establishment
con pronósticos de una fuerte recesión y estancamiento si no se hacía lo
que ellos aconsejaban. Una vez más se equivocaron.
Esa experiencia es el principal activo del Gobierno ante el presente
contexto de turbulencia económica mundial. Ya probó y sabe qué
políticas expansivas son exitosas para enfrentar un ciclo recesivo,
además de que sirven de preservación de las bases económicas para luego
reiniciar un crecimiento vigoroso. Esta decisión de política económica
tiene una trascendencia no del todo valuada. Históricamente lo usual fue
ajustar vía aumento de tarifas, impuestos, congelamientos salariales o
devaluaciones.
Iniciativas de estatización o de mayor intervención económica en la
fase ascendente del ciclo económico pueden estar explicadas por momentos
históricos y determinadas circunstancias políticas locales y
regionales. No son excepcionales. En cambio sí lo es resistir medidas de
ajuste tradicionales en un ambiente económico hostil, local e
internacional, dominado por concepciones de la ortodoxia y en un marco
de crisis mundial. No sólo es una estrategia política defensiva no
aplicar medidas contractivas, sino que iniciativas expansivas son la
respuesta económica adecuada.
En 2009, en un escenario político complicado por el rechazo a la
Resolución 125 y derrota electoral en las elecciones de medio término y
la debacle financiera de Estados Unidos y Europa, las políticas fiscales
expansivas amortiguaron la fase recesiva del ciclo económico. La
implementación de la Asignación Universal por Hijo y el Programa de
Recuperación Productiva (Repro) de protección de empleos, además de los
dos primeros aumentos anuales de las jubilaciones, definidos por la ley
de movilidad aprobada en octubre de 2008, buscaron mantener el consumo
doméstico de los sectores más vulnerables. La economía registró una
brusca caída del crecimiento de 6,8 por ciento en 2008 a 0,9 por ciento
al año siguiente. Esas medidas expansivas evitaron un retroceso mayor,
pero más importante fue que no se destruyeron recursos materiales y
humanos permitiendo de ese modo una salida rápida e intensa para
reiniciar el crecimiento en 2010
En una situación económica difícil como en 2009, el Gobierno vuelve a
eludir recetas recesivas. Con bases expansivas ya operando (AUH,
aumentos salariales y de jubilaciones, y obra pública), el aporte
adicional proviene de dos decisiones vinculadas a mantener dinamismo en
actividades que tienen un importante encadenamiento productivo en la
industria.
Una fue asumir el control estatal de la petrolera nacional
YPF, y la otra fue la reciente presentación del ambicioso plan de
créditos para la construcción de viviendas.
YPF en manos del Estado se constituye en una herramienta
significativa del componente inversión de la demanda agregada, pues el
nuevo directorio de la petrolera decidió que destinará recursos por unos
16 mil millones de pesos en este año para ampliar la producción de
hidrocarburos. Fondos que el anterior accionista controlante pretendía
distribuir entre los socios sin ningún impacto positivo en la actividad
doméstica. Ahora esas inversiones volcadas en el mercado local generarán
movimientos positivos en diferentes eslabones de la cadena productiva y
de servicios que permitirá mantener e incrementar puestos laborales.
El programa de préstamos destinados a la construcción de nuevas
viviendas tiene también un efecto multiplicador en la economía al
involucrar a otros sectores productivos y de servicios. La movilización
de recursos públicos, con terrenos fiscales y fondos del Tesoro, es una
política de intervención activa del Estado contracíclica y con efectos
redistributivos frente a la desaceleración económica.
Ambas iniciativas tienen una concepción diferente a las políticas
aplicadas en otros momentos de shocks externos o internos negativos que
afectaron el nivel de actividad. Esas medidas integran el paquete de
herramientas de una política keynesiana, opuesta a una contractiva
recesiva. Esto es precisamente lo que desorienta a economistas y
empresarios que resisten en la ortodoxia pese a la evidencia de su
fracaso.
Por ese motivo equivocan el diagnóstico como también el devenir
económico.
Alfredo Zaiat