El cruce de los Andes


San Martín los había definido como los “inmensos montes”, el mayor escollo que debería sortear el Ejército de los Andes para reconquistar la libertad de Chile, que desde 1814 había regresado a manos realistas. Esos inmensos montes, eran la cordillera de los Andes, que se erguía majestuosa como una barrera de piedra para su voluntad libertaria. Nada, ni siquiera los casi 7000 metros de altura del cerro Acancagua, ni los 300 kilómetros de ancho del macizo andino, podrían detener el ímpetu del ejército creado en Cuyo.

En menos de tres años, San Martín había conformado un ejército capaz de cumplir la mayor proeza de la historia militar argentina: el cruce de los Andes. Para ello, el gobernador de Cuyo recurrió a todo tipo de medidas: impuesto a la riqueza, expropiaciones, confiscaciones, persecuciones contra los “enemigos de la causa”, espionaje, sabotajes y un férreo control social que, sin una correcta contextualización, pueden parecer autoritarios. Es que para San Martín no quedaba otra alternativa, dijo “en tiempos de Revolución, no hay más medio para continuarla que el que mande diga hágase, y que esto se ejecute tuerto o derecho”.

En tres años, conformó un ejército de casi 4500 hombres, entre ellos, más de la mitad de los esclavos cuyanos, que fueron liberados para ser incorporados al servicio de los armas. Además, se impulsó el desarrollo industrial cuyano, en especial en el rubro minero (para la fabricación de pólvora), textil y artesanal, para la confección de armas y otros elementos indispensables para el ejército.

En enero de 1817, unos 6.000 hombres comenzaron la marcha hacia la cordillera. Lo hicieron divididos en seis columnas que cruzaron por seis pasos distintos en un amplio frente de 800 kilómetros de extensión. De esta forma, se atacarían las principales ciudades chilenas y se obligaría al enemigo a dispersar sus fuerzas.

Entre el 17 de enero y el 8 de febrero, las dos principales columnas, realizaron el cruce. 10.000 mulas cargaron las toneladas de equipaje, entre ellos, una docena de cañones, para lo cual el fraile Luis Beltrán debió fabricar unos carros especiales, además de aparejos, grúas y puentes especiales. Apenas un tercio de las mulas, lograría cruzar la cordillera. A los caballos, les fue peor, casi la totalidad de los 700 que llevaban murió por el frío y el esfuerzo físico.

Los soldados, cubrieron sus uniformes con paja, cuero, ponchos y cualquier retazo de tela que los protegiera del intenso frío a más de 4000 metros de altura. Muchos soldados, en especial entre los negros, murieron congelados en la alta montaña. Para alimentarse, tenían una pasta maciza que se derretía en agua caliente y que se hacía con charqui, ají, grasa y sal. Cada soldado tenía una provisión para 8 días.

El cruce, además, se debió hacer peleando, ya que las avanzadas realistas cubrían los pasos cordilleranos. Los patriotas vencieron en Achupallas y Guardia Vieja y con eso liberaron el camino hacia San Felipe, lugar en donde el ejército se reagrupó el día 8 de febrero, tal como lo había establecido San Martín.

El 12 de febrero, dos días antes de lo previsto y sin poder contar con la artillería de batalla, que había quedado atorada en la cordillera, los patriotas arrasaron al ejército realista en la cuesta de Chacabuco. Aquel día, se consolidó la libertad de Chile y comenzó a cambiar el curso de la guerra de la independencia.