Conectar igualdad, construir ciudadanía

El Programa Conectar Igualdad trae a las escuelas mucho más que máquinas. Con esta democratización de recursos materiales y humanos (se desarrollan capacitaciones para docentes en todo el país) llegan nuevas formas de relación, que tarde o temprano redundarán en nuevas formas de enseñar y aprender.

Tener una netbook con conectividad produce cambios en la relación entre docentes y estudiantes. Permite cambiar la distribución tradicional del aula, tantas veces criticada pero nunca superada hasta ahora: el pizarrón deja de monopolizar la visión y “pasar al frente” cambia de sentido. Es posible compartir producciones, ejercicios y materiales a través de la pantalla, para ser expuestos, resueltos y/o modificados individual y colectivamente. También cambian las posibilidades de corrección: se elimina la birome roja, el tachón, el pasar la hoja por tanto borrar. El error puede ser –de verdad– un espacio para el aprendizaje y no para la descalificación. La posibilidad de retomar observaciones en el mismo trabajo hace que el resultado final pueda ser tan bueno y tan prolijo para el joven que ha llegado sin errores o con muchos.

Pero también se abren las puertas del intercambio y el trabajo colectivo tanto como el docente se anime: la red permite pensar en grupos que trasciendan el aula, la escuela, el territorio. Incluso puede cambiar la relación de los docentes entre sí, ya que es posible pensar acciones, plasmarlas y socializarlas en un espacio más amplio que el de la escuela y el propio grupo de colegas, resolviendo las dificultades que muchos tienen para reunirse, generando recursos y socializando las estrategias que han resultado buenas.

Lo que se produce es un cambio que, gracias a las netbooks, se explicita en las escuelas: cambia la relación de los jóvenes con el conocimiento. La posibilidad de buscar información, crear y recrear explicaciones, expresar y exponer producciones, cambia y se multiplica cuantitativa y cualitativamente. Las escuelas se tienen que enterar de que esto sucede (o debiera suceder) puertas adentro. Lo cierto es que los jóvenes hace mucho conocen y usan estas posibilidades, incluso para relatar la escuela, las clases, los docentes, los compañeros. Basta con ingresar a cualquier sitio donde se suban videos y buscar nombre o número de una escuela: los jóvenes muestran la escuela a través de estas tecnologías hace años; cuentan, recrean, reclaman, agradecen, denuncian.

Estos cambios han tenido distintos recibimientos en las escuelas, y no siempre buenos. Muchos consideran que la presencia de las netbooks en el aula conspira contra la atención o compite contra el educador y su conocimiento. Los docentes, en principio, entendimos y usamos las máquinas como reemplazo o extensión sofisticada de cosas ya incorporadas a la enseñanza: el pizarrón, la máquina de escribir, los reproductores audiovisuales, la biblioteca. Conectar Igualdad plantea una expansión de las posibilidades que presentan todos esos instrumentos sumados. Y quienes nos hemos formado con tiza, pizarrón y libros sabemos que en estas cuestiones los chicos nos llevan ventaja. Ahora bien: podemos hacer que esa ventaja siga desarrollándose por fuera de las escuelas o tomarla, con toda su potencialidad y complejidad, a favor de enseñar más y mejor.

El Programa Conectar Igualdad democratiza recursos. Esto implica cambios, pero hay cuestiones que permanecen. Para que la democratización de recursos cumpla el fin de garantizar el derecho a la educación, se necesitan las escuelas y los docentes, tanto para enseñar nuevos conocimientos como para acompañar el desarrollo creativo y responsable de prácticas que los jóvenes ya realizan. Eso también es construir ciudadanía en la escuela. Aceptando el desafío, jóvenes, docentes y escuelas tenemos todo por ganar.
por Mariana Melgarejo