Mientras que AFRICOM está teniendo dificultades para
encontrar un país donde instalarse en África, Canadá parece haber encontrado un
terreno propicio para establecer una base militar en Senegal. Sería la primera
para Ottawa en África. El proyecto se plantea como una “Red de apoyo
operacional”, pero la finalidad está clara: Canadá busca poder poner los pies
militarmente en África para consolidar mejor su participación en el pillaje de
los recursos africanos. Si los americanos se interesan por el petróleo, los
canadienses han invertido en las industrias extractivas del continente.
El periódico “Le Devoir” de Montreal, en su edición del 2 de
junio de 2011, pone de manifiesto la voluntad de Canadá de implantar en Senegal
una base militar en el marco de su proyecto “Red de apoyo operacional”. Los
analistas políticos parecen justificar este proyecto por la necesidad que tiene
Canadá de tener una presencia en ciertos lugares del globo donde sus militares
puedan salir en caso de necesidad. Sin embargo, hay que analizar este proyecto
canadiense desde una perspectiva más amplia como una tentativa de
reorganización del imperialismo en diferentes partes del globo (en este caso en
Senegal), con el fin de reforzar su hegemonía y continuar con su dominación del
resto del mundo.
El proyecto, presentado como un acuerdo clásico de
cooperación bilateral, no puede ser abordado solamente desde él ángulo técnico.
Es una cuestión eminentemente política, con mecanismos estratégicos de amplio
calado. En efecto, desde hace varios años, los Estados Unidos tratan de hacer
lo mismo para poder establecer su proyecto de implantación de AFRICOM (United
States African Command) en el interior del continente africano. Un proyecto que
ha sido rechazado casi unánimemente por todos los países, incluso por aquéllos
aliados más cercanos a los EEUU como Uganda, Ruanda y Liberia. Por otro lado,
Francia, que en un determinado momento, se había planteado retirar algunas
bases, se está preparando en el futuro para una racionalización y una
reorganización selectiva. Esto quiere decir que todas estas iniciativas
(americana, francesa y ahora canadiense), no tienen más que un objetivo:
asentarse en el continente para poder continuar controlándolo políticamente y
económicamente, ya que el acceso (casi libre) a los recursos energéticos
africanos va a ser determinante en las próximas décadas. La ciudad de Toronto
es la capital de las multinacionales y de las empresas canadienses que más
adelantadas están en tecnologías extractivas. En ella se aloja la TSE (Toronto
Stock Exchange) donde están incluidas todas las sociedades (Barrick Gold, etc)
que son más activas en África, a menudo en perfecto enfrentamiento con los
poderes locales en una carrera de expolio de las riquezas del continente.
El sistema político-económico internacional, tal y como está
configurado hoy, tiende a despolitizar algunas cuestiones fundamentales, como
es la presencia de bases militares por ejemplo, para presentarlas como
problemas clásicos de cooperación, en una situación de ‘todos ganan’ que beneficia
a todo el mundo. Sin embargo, este sistema, para poder afianzarse a nivel
mundial, debe mantener la supremacía sobre el plano militar, sobre el control
de los medios de comunicación y sobre el plano financiero. Así, toda estrategia
de su parte, se articulará alrededor de estos objetivos que le permitirán poder
continuar manteniendo su posición dominante. La puesta en cuestión de estos
monopolios por parte de los países emergentes (Brasil, India, China, Rusia,
etc), explica esta nueva fase de reorganización militar y el nerviosismo de
Occidente (Europa – América del Norte). En consecuencia, el objetivo
fundamental reside en establecer una estructura de dominación de nuestros
países. Las escasas muestras de fracasos de tales estrategias, no deben hacernos
perder de vista estas cuestiones, ya que en gran medida, determinarán el futuro
de nuestras poblaciones en los próximos años. Está claro, que hoy en día, las
apuestas relativas a las cuestiones de seguridad, como la lucha contra el
terrorismo y contra la circulación de la droga en tránsito por la sub región
africana, no son más que el embalaje de una estrategia hábilmente orquestada
para implantarse militarmente en el continente africano con el fin de poder
tener un control político y económico sobre el mismo. En efecto, las riquezas
naturales de África son determinantes en el futuro. Por eso las poblaciones
africanas deberían batirse por una democratización profunda de las
instituciones internacionales, como la ONU por ejemplo, porque tristemente, tienden
cada vez más a subcontratar ciertas operaciones de dimensión militar a actores
motivados sólo por sus propios intereses geoestratégicos (la OTAN en Libia y la
Licorne en la Costa de Marfil son ejemplos claros). Tales organizaciones,
deberían reestructurarse para ser más democráticas y reflejar mejor los puntos
de vista de diferentes regiones, más que continuar siendo instrumentalizadas
por los detentores del orden mundial actual que las utilizan de manera variable
en función de loa intereses del momento.
LA ALTERNATIVA PANAFRICANISTA Desde un punto de vista de
seguridad, tenemos que desenmascarar primero este proyecto occidental que se
apoya en coartadas de cooperación. Hay que recordar, que Occidente ha estado la
mayoría de las veces en el origen de los conflictos más sangrientos que el
continente ha conocido. El ejemplo más patente lo tenemos en Congo, con más de
4 millones de muertos en apenas diez años y con un pillaje sistemático de sus
recursos mineros de los que las nuevas industrias de telecomunicaciones y de
bienes de consumo no pueden pasarse. Nuestra propuesta pasa por la puesta en
marcha de mecanismos de seguridad colectiva en el continente, con el
establecimiento, por ejemplo, de cuatro zonas geográficas en los espacios del
Magreb, de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), de
la SADC (Comunidad de Desarrollo de África Austral) y de la EAC (Comunidad de
África del Este), con fuerzas militares africanas posicionadas en estas zonas y
con la puesta en marcha de mecanismos de toma de decisiones políticas adecuadas
para poder intervenir y servir de elemento disuasivo en el marco de la
prevención de conflictos, estando preparadas para intervenir militarmente en
caso de necesidad para establecer la seguridad colectiva de nuestras poblaciones.
Estas fuerzas militares deberían estar constituidas por
efectivos de países africanos proporcionales al tamaño de sus ejércitos
nacionales. También, en periodo de paz, deberían estar movilizadas para tareas
de desarrollo (construcción de puentes, de carreteras, de escuelas, de centros
de salud, de reforestación, etc). Haciendo todo esto en perfecta sinergia con
las poblaciones civiles de las zonas de implantación de sus bases.
La seguridad, con AQMI (Al Qaeda en el Magreb) a las puertas
del Sahara y con las nuevas rutas de la droga proveniente de América Latina
hacia Europa a través de África del Oeste, es un problema regional. Con lo cual
la respuesta debe venir también de la región.
Una base militar canadiense en cualquier país de la región no
podrá provocar más que un desplazamiento de los problemas hacia sus países
vecinos. Además, los supuestos beneficios económicos para el país de acogida
serán siempre mínimos. La prioridad en África debe ser la lucha para el
advenimiento de regímenes democráticos, progresistas y capaces de crear las
condiciones idóneas de salida del continente de las angustias del
subdesarrollo. Es de manifiesto que sólo tales regímenes estarán en condiciones
de hacer progresar el proceso de integración africana y de permitir la
construcción de un bloque políticamente soldado para poder parar el pillaje
sistemático del que África está siendo víctima de manera continua desde hace
décadas.
Fuente: Ameth Lô
para Revista Pueblos
en www.rebelion.org