María Soledad Morales, la piba que nunca olvidaremos


Su rostro se hizo símbolo de la lucha contra la impunidad, el nepotismo y la connivencia entre políticos, jueces y policías. Su historia, es el fiel resumen para una época en donde los excesos eran parte del cotidiano de la clase dirigente. Su nombre, María Soledad Morales, fue el emblema para miles de catamarqueños y argentinos, que se movilizaron para mantener viva la memoria de la piba, que nunca olvidaremos.

María Soledad estaba por cumplir 17 años y había nacido en Valle Viejo, provincia de Catamarca. Era una chica, una piba; con los sueños, las ilusiones y los amores de toda joven de esa edad. Pero una noche, la noche del 8 de septiembre de 1990, María Soledad sería una nueva víctima de los “hijos del poder”.

Esa noche, María Soledad estuvo en el baile de estudiantes del local Le Feu Rouge, en donde se realizó una fiesta para recaudar fondos para el viaje de egresados de sus compañeros de colegio. Como había acordado previamente, en un momento de la noche Luis Tula pasó a buscarla. Con toda la inocencia y el despertar de su edad, María Soledad se había relacionado con Tula, un hombre casado mucho mayor que ella.

Según la reconstrucción que se hizo durante el juicio, Tula engañó a María Soledad para llevarla a la disco Clivus, en donde los esperaban algunos amigos y conocidos del aquel. A partir de allí comenzó el calvario para la joven. Entre Guillermo Luque, Tula, Hugo Ibáñez y Luis Méndez, drogaron, violaron, golpearon y asesinaron a María Soledad en medio de un festival de locura, drogas y sexo.

El cadáver ultrajado apareció a los dos días, tirado en un zanjón en cercanías de la casa de Luis Tula. La aparición del cuerpo abrió paso a una extensa cadena de encubrimientos, dilaciones y ocultamientos que buscaban proteger a Luque y sus amigos, ya que el principal imputado era hijo del diputado nacional Guillermo Luque, un menemista de la primera hora y aliado político del gobernador catamarqueño Ramón Saadi.

La justicia demoró dos meses en iniciar las investigaciones, mientras que el caso comenzó a difundirse por todo el país, con un impacto social inusitado. En Catamarca, la población se abroqueló bajo la consigna de justicia, dando impulso a una novedosa forma de manifestación, las marchas del silencio.

A lo largo del tiempo, se realizaron numerosas marchas, cada una más numerosa que la anterior y siempre encabezadas por los padres de María Soledad y por la madre Marta Pelloni.

En 1996 se realizó el primer juicio, el que fue anulado ante el evidente accionar malicioso de los jueces. Recién en 1998, se pudo llevar adelante el juicio oral y público, en donde se condenó a Luque a 21 años de prisión por violación y homicidio y a Tula a 9 por violación y cómplice.

El rostro de María Soledad, sigue allí, mirándonos con su mensaje de no a la impunidad. El rostro de la piba, que nunca olvidaremos.

Pablo Camogli