Los medios justifican el fin, por Eduardo Anguita


Apenas a cinco semanas de las elecciones nacionales, algunos dispersos referentes de la oposición parecen no haberse enterado del resultado de las primarias del 14 de agosto. En vez de tomar nota de que los medios concentrados no son el principio y el fin de una democracia ficticia, algunos diputados montaron un ShowKlender, a puertas cerradas, para lograr una vez más ser título de tapa de La Nación y Clarín.

Varias notas patéticas tuvo la reunión de legisladores del PRO, la CC, la UCR y el duhaldismo con el procesado Sergio Schoklender. La presencia de los diputados del FAP (encolumnados de momento tras la figura de Hermes Binner) puso de relieve lo complejo que es encontrar el sendero del progresista aséptico antikirchnerista. El candidato a presidente del socialismo ha dicho más de una vez que lo mejor de estos años fue la política de derechos humanos. Bien podrían Binner o Margarita Stolbizer haberse mostrado junto a las Abuelas de Plaza de Mayo a la hora de recibir el premio Félix Houphouet-Boigny por la Paz otorgado por la Unesco en esa ceremonia multitudinaria. Un reconocimiento que fue entregado por un socialista, el presidente del jurado Mario Soares, el mítico ex presidente portugués surgido de la Revolución de los Claveles, un proceso que terminó con el colonialismo y la dictadura en ese país. Ese acontecimiento, al que asistieron nietos recuperados y que es un orgullo nacional, fue obviado por los legisladores de Binner. Sin embargo, para ellos, que aspiran a sacarles algunos votos a los radicales y a los de Proyecto Sur, lo importante fue ver si se sacaban o no la foto con el estafador de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. ¿Cómo se entiende al supuesto progresismo sentándose al lado de Patricia Bullrich, Graciela Camaño y Silvana Giudice, que operan al compás de Héctor Magnetto, para ver si le suman una herida más a Hebe de Bonafini? ¿Por qué no hicieron pública una adhesión a Estela de Carlotto?

El titubeo responde a que el grupo encolumnado tras Binner es apenas una frágil alianza electoral, algunos de cuyos referentes escuchan más a Magnetto que al propio gobernador santafesino. Por eso, Margarita Stolbizer pasó en 48 horas de decir que no se sumaban al show a argumentar que esos diputados siempre daban quórum. Le faltó agregar que también se sacaron la foto en la Sociedad Rural con Daniel Sabsay, cuando el supuesto constitucionalista aliado de Clarín anunciaba que las retenciones expiraban. Ahí estuvo Stolbizer, no tan lejos del salteño sojero Alfredo Olmedo. El FAP tiene siempre un matiz para diferenciarse de Patricia Bullrich o de Ricardo Alfonsín pero no para involucrarse en las luchas reales por una sociedad más justa. En ese sentido, el reconocimiento a las Madres y Abuelas no es un dato menor.

Los referentes opositores saben que los directivos de La Nación y Clarín a su vez saben que las causas por la comisión de delitos de lesa humanidad a raíz de la apropiación de Papel Prensa no van a detenerse. Eso desvela a Héctor Magnetto y a Julio Saguier. El primero porque está imputado, el segundo porque el ex presidente del directorio de La Nación, Bartolomé Mitre, está en la misma situación. Y todos los cálculos que habían pasado por sus escritorios de formar presidenciables se fueron al tacho. Magnetto vio decaer a Eduardo Duhalde y no puede controlar fácilmente al puntano Alberto Rodríguez Saá, que curiosamente tracciona algunos votos del duhaldismo. Saguier tenía una expectativa en un espacio liderado por Ernesto Sanz y Gabriela Michetti y se disipó.

Ahora, los empresarios de medios concentrados, con el discreto aporte de Jorge Fontevecchia, están estudiando las probables mayorías en ambas Cámaras del Frente para la Victoria. Encima, muchos de los diputados y senadores opositores que siguen su mandato más allá de los que lleguen el 10 de diciembre, se lamentan de haberse prestado a no votar el Presupuesto 2011, de haber inventado el show del 82 por ciento móvil o de haber saboteado a Mercedes Marcó del Pont para que la Comisión de Acuerdos le confirmara la titularidad del Banco Central en vez de dejarla “en comisión”. Los diputados y senadores opositores saben que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tuvo un Parlamento esquivo en estos dos años y sin embargo no recurrió a los decretos de necesidad y urgencia y que todos sus ministros o secretarios de Estado se presentaron a los llamados de comisiones cada vez que les fueron requeridos informes. Es decir, el problema ya no es sólo la cantidad de páginas y de entrevistas radiales y televisivas a un psicópata que está investigado por la Justicia, sino que la cuestión es por qué hay un tibio supuesto progresismo del NI que, en los hechos, se suma al castigo a las Madres y se olvida de las Abuelas.

LA CONFUSIÓN DEL PROGRESISMO
Queda en evidencia que esa porción de progresistas pierde la perspectiva, si es que alguna vez la tuvo. Como nunca, los juicios a lo largo y ancho de la Argentina van retratando la crueldad de aquellos años y su continuidad en acontecimientos actuales. Hoy se cumplen cinco años de la desaparición de Jorge Julio López y el tribunal presidido por Carlos Rozanski sentó a los ex comisarios y ex militares del Circuito Camps en el banquillo.

El viernes se conmemoró un nuevo aniversario de La Noche de los Lápices y el ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, Mario Oporto, puede mostrar orgulloso cómo su gestión promovió la creación de centros de estudiantes y que hay un millar de ellos en funcionamiento.

Los progresistas asépticos no deberían prestarse al juego de Magnetto que los extorsiona con que les quitará prensa si no se suman a sus operaciones. Deberían saber que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tiene un sentido estratégico para la democracia. No es, como dice Hermes Binner, un instrumento que debe modificarse en sus aristas ríspidas para referirse al artículo 161, judicializado por Magnetto para evitar salir de las posiciones monopólicas y adecuar sus inversiones a lo que permite la ley. La escandalosa “cautelar” del juez Edmundo Carbone recibió un fallo que el próximo 4 de octubre cumplirá un año sin noticias. Vale la pena recordar que el alto tribunal exigió “un plazo razonable” al magistrado aliado a Clarín y que éste lo extendió hasta 2013. La apelación del Ejecutivo llegó hace un mes a la Corte y reclama el fin de este despropósito jurídico que le permite a Carbone no meterse en el tema de fondo (qué corresponde hacer a Clarín con la superposición ilegal de licencias), pero sí congelar sus privilegios.

Es que monopolios informativos y vigencia por los derechos humanos tienen mucho que ver. Estos juicios reparadores fueron un impulso decisivo para que la Coalición por una Radiodifusión Democrática cobrara visibilidad y protagonismo para articular un proyecto de ley que terminara con el decreto que regía los medios audiovisuales desde la última dictadura. Esa coalición había elaborado “los 21 puntos” en 2004. Salieron a la luz como una voz débil y con la militancia de unos pocos medios comunitarios y medios públicos a los que se sumó el calor de las Madres y Abuelas.

El argumento más sólido que presentan los progresistas asépticos a un sector de ciudadanos escépticos es que el kirchnerismo tiene pretensiones hegemónicas. Entre muchos de estos supuestos dirigentes hay algunos que, alguna vez, abrevaron en lecturas de Antonio Gramsci o, al menos, de Paulo Freire. Alguno, incluso, se cruzó con la obra del antropólogo especializado en medios de comunicación Jesús Martín Barbero, quien fue pionero en poner en juego el protagonismo social y cultural para entender los fenómenos de los medios. Este español radicado en Colombia publicó una obra clave a mediados de los ochenta que se estudia en todas las carreras de Comunicación. Se llamó De los medios a las mediaciones y pone en el tapete un concepto muy mal usado en la actualidad en la Argentina, cuando muchos hablan ligeramente de “los medios hegemónicos” para referirse a la maquinaria opositora manejada por Clarín y otros grupos empresariales satélites. Martín Barbero retoma la categoría de hegemonía (tratada magistralmente por Gramsci) y sostiene que es una herramienta conceptual para pensar el proceso de dominación social. Pero no como una imposición externa y sin sujetos, sino como un proceso en el que una clase dominante –o un sector social privilegiado– hegemoniza en la medida que representa y expresa valores e intereses en los que se identifican de alguna manera los sectores sociales postergados o clases populares.

Es decir, la hegemonía puede ser leída como un contrato social que se hace y se deshace. No remite sólo al uso de la fuerza o de la imposición, sino de la persuasión y la producción de sentidos y mensajes que articulan a los colectivos sociales. Lo que no pueden entender estos sectores escépticos que pretenden asepsia es que los sectores populares viven un extraordinario ejercicio de identidad de sus propias historias y esperanzas en un momento particular de la Argentina y la región suramericana. Este proceso no sólo es del orden de los derechos más palpables –económicos– sino del orden de la subjetividad. Durante demasiados años, la realidad parecía mostrar que lo popular se perdía en la categoría de lo masivo, impuesta por las llamadas industrias del espectáculo y los medios. Hoy la política recuperó sentido para amplísimos sectores populares. De la mano de las historias de los libertadores que pelearon por la Patria Grande y lograron la independencia, de la mano del primer peronismo que dio los derechos sociales y la identidad a los trabajadores, y también de la mano de las Madres y las Abuelas así como de todo el fenómeno de generaciones jóvenes que les creyeron a ellas y a lo que representaba su lucha.

Lo que creció no es la simpatía por Cristina Fernández de Kirchner. En todo caso, además, tenemos una presidenta simpática, que puede mostrar su dolor y también su alegría y su chispa. Lo que surgió es un fenómeno social colectivo, complejo, dinámico, cambiante, plagado de protagonistas. Como todo fenómeno hegemonizado por ideas de cambio y de compromiso con la historia, hay liderazgo. Ese liderazgo está encarnado por quien sabe interpretar e interpelar los intereses nacionales y populares. Y tiene nombre propio. Por eso, Cristina, esta semana, sí estuvo con las Abuelas en París y con los jóvenes recordando La Noche de los Lápices. El viernes, inauguró, como un gran homenaje a los pibes secuestrados y asesinados hace 35 años, la novena universidad pública bonaerense desde 2003, la Universidad Nacional del Oeste. Es una clase magistral de cómo lo popular y lo masivo están tan lejos de la alienación y la manipulación que todavía encandila a algunos escépticos que no se contagian de la hegemonía de las ideas populares y transformadoras.
Eduardo Anguita
Miradas al Sur