Fue una de las máximas voces del relato futbolístico de la
Argentina, con una capacidad vocal asombrosa y un sonoro grito de gol en cada
relato. Pero su historia quedó definitivamente manchada de sangre y muerte
cuando, durante el Mundial de fútbol de 1978, se transformó en el vocero
oficial de los genocidas y represores. Así el Gordo dejó de ser aquel relator
simpático y querible, para pasar a ser José María Muñoz, el tipo que le hizo el
juego a la dictadura.
José María Muñoz había nacido en Buenos Aires en 1924 y
desde muy joven se vinculó con el deporte y la radiofonía, que por los años 40
movilizaban millones de personas cada fin de semana. En 1946 hizo su debut
relatando partidos del ascenso y, desde allí, comenzó una carrera meteórica
hasta convertirse en el principal relator del fútbol local.
Su salto grande lo dio cuando ingresó a trabajar para Radio
Rivadavia, en donde marcaría una época. Entre 1958 y 1992 fue el director de
deportes de la emisora, asumiendo, en 1971, el cargo de director de la radio.
También, y por un breve período de tres años, fue el director de deportes de
Canal 7. Fue entre 1970 y 1973, en plena dictadura militar de la Revolución
Argentina.
Al producirse el golpe genocida de 1976, Muñoz se fue
transformando en un vocero de las consignas más absurdas del gobierno, como
aquella que afirmaba que los “argentinos somos derechos y humanos”. Durante el
mundial de 1978 organizado en la Argentina, Muñoz fue la cara visible de la
campaña oficial de la dictadura para intentar limpiar su imagen frente al
mundo. Además, sostuvo una polémica con el dibujante Caloi, a través de su
personaje Clemente, quien invitaba a recibir con papelitos al equipo argentino,
mientras que Muñoz sostenía que eso era una muestra de desorden. Como sabemos,
la disputa popular la ganó Clemente, y aquel mundial será recordado por las
lluvias de papelitos que recibía al seleccionado.
Al año siguiente, y ya absolutamente consustanciado con los
represores y los genocidas, José María Muñoz encabezó la campaña destinada a
desprestigiar y vaciar de contenido la visita de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos de la OEA.
Pese a esta colaboración permanente con la dictadura y su
rol fundamental como vocero de todas las campañas comunicacionales
desarrolladas por los genocidas, Muñoz continuó trabajando hasta su muerte,
ocurrida el 14 de octubre de 1992. Durante esos años, mantuvo intacto su
prestigio, como si los muertos, los torturados y los desaparecidos nunca
hubieran existido, para el relator de la dictadura.
Pablo Camogli