El muro de la vergüenza


Alemania fue la gran derrotada en las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. Al finalizar la segunda contienda mundial, Alemania fue descuartizada por los dos ganadores de la lucha: Estados Unidos y la Unión Soviética. La guerra fría, que dio continuidad a la disputa imperial en la forma de un solapado conflicto bipolar, abrió paso a una de las mayores vergüenzas en la historia de la humanidad: la historia del muro de Berlín, que dividió a la capital alemana en dos y que un día como hoy, 9 de noviembre, pero de 1989, se cayó para siempre.

Ni bien las tropas rusas ocuparon Berlín en 1945, los aliados comenzaron a repartirse los despojos de una Alemania destruida. Esto condujo a pensar en una capital dividida en dos mitades, una bajo el control occidental y la otra bajo la conducción oriental. En un principio, las comunicaciones y las relaciones entre las dos “berlines” fue posible, pero a medida en que la Guerra Fría ingresó en una etapa más conflictiva, esa relación se tornó muy peligrosa.

De esta forma, entre el 12 y el 13 de agosto de 1961, las autoridades del este, conocida como República Democrática de Alemania, construyeron buena parte del muro perimetral que separaría durante décadas a las dos ciudades. La medida, que ya se conocía entre los servicios secretos, fue sorpresiva para buena parte de la población, que de un día para el otro se encontró con una pared de ladrillos dividiendo su territorio.

La explicación oficial fue que se trataba de un “muro de protección antifascista”, y no les faltaba algo de razón. Del otro lado, por su parte, se afirmó que el muro era una forma burda de evitar la emigración incontenible de ciudadanos del este hacia la Alemania Federal. Curiosamente, tampoco les faltaba algo de razón. El tema del muro, sus objetivos, sus consecuencias y sus motivos, es cuestión de una larga e irresuelta polémica historiográfica.

A lo largo de los años, el muro se iría perfeccionando, hasta alcanzar unos 120 kilómetros de extensión. Luego de las modificaciones efectuadas en 1975, el muro se constituyó en una verdadera pared de hormigón armado de más de 3 metros y medio de altura. Además, la frontera estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers.

Durante los años de separación, se registraron unos 5.000 berlineses del este que cruzaron hacia el oeste, mientras que 192 habrían muerto en su intento.

Claro que esta situación no podría durar por siempre, por lo menos no hasta que Alemania se pusiera nuevamente de pie. Para fines de la década de 1980, el mundo comunista se desplomaba aceleradamente, lo que abrió paso a que la población de Berlín oriental se revelara abiertamente y, en la noche del 9 de noviembre de 1989, directamente asaltara el muro de la vergüenza para cruzarlo y derribarlo para siempre. 

Pablo Camogli