El verdadero latido de un pueblo, por Jorge Giles

Cada vez que Alfredo Scoccimarro leía los partes médicos y anunciaba las buenas noticias sobre la salud de la Presidenta, los hombres y mujeres que hacían vigilia frente al sanatorio donde se realizó la operación, jóvenes en su mayoría, expresaban su alegría como si festejaran un gol de Maradona.

La misma emoción se advirtió a lo largo y ancho del territorio, particularmente allí donde habita el pueblo más humilde.

Cadenas de rezos, misas barriales, oraciones que iban y venían por las redes sociales, le dieron a los primeros días del 2012 un hondo contenido de identificación con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, expresado en la preocupación colectiva por el resultado de la operación que le fuera practicada.
 Por allí seguramente se podrá auscultar el verdadero latido de este pueblo.

La Argentina comenzó a desperezarse en un nuevo año que promete ser tan movidito como los anteriores.
Santa Cruz anunció un ajuste salvaje y La Cámpora rompió con el gobierno local.
La oposición gobierna con la hoja de ruta del siglo pasado.

Macri recibe los subtes y aplica, sin dudar, un tarifazo de 127% en los pasajes. En Rosario asesinan a tres jóvenes militantes… ¿y el socialismo de Binner hace la vista gorda?
Vaya con la diferencia en el orden nacional: Amado Boudou sostiene el timón de la nave del Estado, acompañado férreamente por el conjunto del Gobierno más los legisladores y dirigentes del Frente para la Victoria.

Es evidente que en ese núcleo duro hay una cohesión a prueba de cualquier presión externa, contraria a los intereses que expresa el proyecto nacional y popular gobernante. ¿Será por eso que Clarín y La Nación se ocuparon en estos días en provocar al Vicepresidente Boudou, en ejercicio de la Presidencia, con diferentes motes?

Buscan agua en el desierto.

Habría que ir advirtiendo que ante la orfandad opositora y la ausencia crónica de liderazgos sociales, contrarios al Gobierno y capaces de despertar alguna expectativa en la sociedad, las corporaciones del poder económico mediático buscarán actuar por líneas interiores en el espacio político que conduce Cristina.

Azuzarán todas las rencillas internas que existan o que hipotéticamente podrían existir. Agudizarán contradicciones virtuales, exaltarán a los que consideren como posibles conversos, endulzarán los oídos de los narcisismos dirigenciales con cantos de sirena y castigarán duramente a quienes se muestren convencidos del modelo económico inclusivo. En definitiva, más de lo mismo.

Lo que no pueden ni podrán hacer es ocultar la realidad con una tapa de diario. Podrán cubrirse con ella la cabeza en medio de la playa, pero no podrán negar, por ejemplo, que este verano el turismo argentino batirá sus propios récords en consumo interno, en hotelería, en pasajes, en alojamientos, en ventas comerciales.

Todas las perspectivas económicas para el año en curso son de un optimismo explícito. Si hubiese tonos menores en algunos rubros como consecuencia de la turbulencia que sufre el viejo mundo, ninguno de ellos tendría más significancia que el continuo y vigoroso crecimiento y desarrollo con inclusión social que demuestra la marcha de la economía local.
Para caracterizar el rumbo estratégico de un gobierno, el abc de cualquier análisis político que se presuma serio indica que hay tres preguntas básicas para responder: a) ¿cuáles son los sectores económicos que crecen sostenidamente?; b) ¿el Gobierno quita más derechos de los que otorga o la ecuación es al revés?; c) ¿cuál es el perfil elegido para su integración al mundo?

Que hable la realidad, que es la única verdad.
Los sectores que crecen en la Argentina son aquellos que generan trabajo, producción diversificada, consumo interno, crecimiento y dinamismo de la economía. Tal los casos de la construcción, industria automotriz, industria textil, industria metalúrgica, industria de la informática y de electrodomésticos. Son los verdaderos pesos pesados de un país en cualquier lugar del mundo. Aquí crecen al compás de un modelo político y económico que los alienta, los regula y los estimula con políticas crediticias y fiscales.

La carta de navegación que brinda el Estado no sólo sostiene el rumbo emprendido desde el 2003, sino que señala con precisión y certidumbre la otra orilla.
A diferencia de lo que ocurre en las economías devastadas por el voraz modelo surgido del Consenso de Washington, el circulante de moneda argentina seguirá creciendo pero en base al crecimiento de la economía real.

Si como augura Mercedes Marcó del Pont, la titular del Banco Central, “la actividad económica estará impulsada por un mercado interno robusto, apoyado en políticas orientadas a estimular la inversión, generar más empleo y alcanzar una mayor equidad distributiva”, es de esperar una mayor expansión del crédito.

Este gobierno no ha quitado ningún derecho bien habido. Antes bien, ha reparado derechos conculcados y ha creado otros que cualifican mejor a esta sociedad y sus instituciones.
Basta con repasar todos y cada uno de esos logros. Desde la ley de medios al matrimonio igualitario, la Asignación Universal por Hijo a las Paritarias y el mejor salario básico en toda la región; la recuperación del ahorro de los trabajadores, antes en manos de las Afjp, al mayor presupuesto educativo de la historia.

Integrar en primera fila el Mercosur, la Unasur y el Celac y, desde allí, participar del G-20, habla a las claras del rumbo latinoamericano que se sigue y se profundiza.
Si en medio de la tormenta mundial, que amenaza quedarse por mucho tiempo más, la Argentina demuestra saber hacia dónde va y con resultados altamente satisfactorios, ¿alguien puede explicar con racionalidad, patriotismo y solidaridad social por qué hay sectores corporativos que cierran filas contra este rumbo?
Desde estos parámetros, resulta inexplicable.

Habrá que sostener el rumbo con la fortaleza de saber que esta nueva Argentina está pariendo un nuevo pueblo.

Es el que festeja y se alegra viendo a su Presidenta regresar a casa.
Y de allí al trabajo diario, nuevamente.
Jorge Giles