Se inicia juicio paradigmático contra genocidas

Este miércoles se pone en marcha el paradigmático juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en el ámbito de la Jefatura de Policía de la provincia de Misiones, durante la última dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983. Cinco serán los militares y policías acusados por medio centenar de casos de privación ilegitima de la libertad, privación ilegitima de la libertad agravada por torturas y tortura seguida de muerte. En todos los casos, los delitos se cometieron en el mayor centro clandestino de detención que funcionó en Misiones en aquellos años oscuros, la sede de la policía provincial en Posadas y sus “dependencias”, la Casita de Mártires y la Casita del Rowing, entre otras.

En el banquillo de los acusados estarán el ex coronel del Ejército Carlos Omar Herrero, quien deberá responder por 42 casos que se investigan, en su condición de ex jefe de la policía de Misiones en el período comprendido entre el 21 de junio de 1976 y el 15 de diciembre de ese año. También será juzgado por 42 casos, Felipe Nicolás Giménez, responsable del temible Departamento de Informaciones de la Policía de Misiones. Por su parte, el ex policía Julio Argentino Amarilla será juzgado por 47 casos de tormentos agravados. El también ex policía Carlos Alberto Pombo, será juzgado por 10 casos de privación ilegitima de la libertad agravada con la imposición de tormentos. Finalmente, el ex médico policial, Guillermo Roque Mendoza fue procesado por tres hechos configurativos de privaciones ilegitimas de la libertad agravadas.

El Tribunal Oral Federal estará integrado por los jueces subrogantes, Rubén Quiñones y Eduardo Ariel Belforte, de Formosa y Norberto Rubén Giménez, de Resistencia, ya que los magistrados del TOPF de Posadas fueron recusados. Este será el cuarto juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Misiones durante la dictadura.

La maquinaria del terror en Misiones

Al producirse el golpe de Estado en marzo de 1976, el país fue dividido en zonas, subzonas y áreas a los fines represivos del gobierno cívico-militar. Misiones quedó dentro de la Zona 2, Subzona 23, Área 232, ésta última con jurisdicción de todo el territorio provincial y a cargo del Ejército argentino.

Luego de una primera etapa represiva y que había quedado bajo el accionar de las tropas del Ejército, es a partir de octubre de 1976 en donde las fuerzas policiales locales intensifican su accionar. La gran mayoría de los casos que serán sustanciados en el juicio que se inicia esta semana, son de secuestros cometidos entre los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1976, en especial en el primero de estos meses.

Según el requerimiento de elevación a juicio al que tuvo acceso Mate Cocido, el “circuito clandestino de detención” en el ámbito de la policía de Misiones era el siguiente: los detenidos eran ingresados al edificio de la Jefatura de Policía, ubicado en pleno centro de Posadas, en la manzana comprendida por las calles Tucumán, Félix de Azara, Santiago del Estero y Buenos Aires. Por una puerta ubicada sobre ésta última arteria, ingresaban los detenidos, en algunos casos vendados y en otros, a cara descubierta.

Una vez dentro, eran conducidos hasta el Departamento de Informaciones de la Policía, en donde comenzaban a golpearlos y amenazarlos. Allí eran alojados en celdas comunes, abarrotadas, sin baños ni comida. En la misma dependencia policial funcionaba un centro de tortura, en donde los detenidos eran picaneados, golpeados y violados por grupos de policías. Entre ellos, figuraban en primer lugar Giménez, Pombo y Amarilla.

Como parte de la tortura psicológica a la que eran sometidos los presos políticos, cada tanto se los sacaba vendados de la Jefatura y se los conducía hacia otros centros clandestinos ubicados en Posadas. El más destacado de ellos era la “casita de Mártires”, que pudo ser reconocida por los presos debido a su cercanía con el aeropuerto posadeño. En aquel lugar funcionaba el Destacamento Mártires de la Policía de la Provincia de Misiones, pero en verdad fue un centro de tortura en donde, además de picanear y golpear, se solía colgar a los presos de una viga por las muñecas y dejarlos allí por horas sin poder tocar el piso con los pies. Hoy la tétrica edificación ya no existe, pero es recordada con un monumento a la memoria.

Otro lugar para la práctica de la tortura, fue la “casita del Rowing”, ubicada sobre una margen del Arroyo El Zaimán, frente al antiguo club Rowing de Posadas. También podían ser trasladados a la Seccional Cuarta de la Policía, que en la época funcionaba como la Brigada de Investigaciones, ubicada en Lanusse y Madariaga de Posadas; o a las seccionales primera y segunda de Policía. Algunos testimonios hablan de la “casa del Coronel”, que sería un centro clandestino en manos del Ejército. Finalmente, la propia sede de la Policía Federal, también en pleno centro de Posadas, funcionó como centro de tortura.

La maquinaria represiva estaba muy clara, si te sacaban de la celda, era para torturarte. Así lo reconoce una de las detenidas, Lourdes Langer en la declaración que brindó ante la justicia: “quiero dejar en claro que cada vez que nos sacaban del lugar era para torturarnos y sacarnos informaciones, las torturas nos hacían con picanas eléctricas, abusos, nos tenían desnudas en esas ocasiones, nos decían que estábamos sucias y nos manguereaban”.

Cada torturador con su sonido

Muchos de los testimonios de los sobrevivientes, dan cuenta de que en los peores períodos de las torturas, la banda de música de la Policía salía a tocar al patio o a la vereda, como forma de tapar los gritos de dolor de los torturados. Así lo relató Hilarión Félix Barrios, quien dijo “haber escuchado reiteradamente tocar a la banda de
música de la policía dando toda la vuelta manzana lo que hacia que no se escuchara los gritos de las personas torturadas”. En el mismo sentido, declaró Aureliano Gauto, quien mientras era picaneado por Giménez y Amarilla, escuchó la banda de música de la Policía.

Cada uno de los torturadores que estarán sentados en el banquillo de los acusados, tiene su historia propia de abusos y tormentos, tal como lo revelan los testimonios que acompañan los requerimientos de elevación a juicio.

Julio Argentino Amarilla era vecino del tradicional barrio Tajamar, a metros del estadio del Atlético Posadas. Pero nadie podrá recordarlo por su calidad de vecino, sino por el ensañamiento que ponía en las torturas a las que sometía a la gente proveniente del interior de la provincia.

Otro personaje de accionar tenebroso que será juzgado, es Carlos Pombo, torturador contumaz y uno de los principales integrantes de los grupos de tortura que funcionaron en el ámbito de la Policía misionero. De hecho, era uno de los encargados de recibir a los nuevos detenidos y de aplicarles los primeros golpes y torturas. Así recordó la forma en que conoció a Pombo, el ex detenido José López: “esa noche me pasan al lado del baño entre la celda y el baño había un espacio de dos o tres metros, ahí me dice “yo soy Pombo” y me cago a palos por no firmar la declaración”.

En la acusación contra Giménez, figura un caso que ratifica la vinculación entre civiles y militares a la hora de la represión. Julio Manuel Gómez trabajó hasta diciembre de 1976 en la firma Las Marías, de Virasoro, Corrientes, famosa por su complicidad con la dictadura. Además, Gómez “estaba ligado al gremio de trabajadores rurales y ya había sufrido la persecución dentro del establecimiento”, dice el requerimiento. Gómez fue secuestrado el 8 de marzo de 1977 y trasladado de inmediato al Departamento de Informaciones de la Policía.

Finalmente, en cuanto a Mendoza, era Oficial Principal designado como médico en la División Sanidad de la Policía, lugar en el que permaneció entre el primero de diciembre de 1974 y el primero de enero de 1980. Según el requerimiento de elevación a juicio, Mendoza “desde tal cargo y función cumplía un rol de suma importancia dentro de la maquinaria represiva estatal, pues su intervención determinaba, en el marco de las sistemáticas torturas, la posibilidad  o no de continuar interrogando al detenido, la posibilidad de supervivencia de este, esta participación se extendía a los diferentes centros clandestinos de detención, siendo un dato elocuente de su participación en el engranaje su intervención directa en la verificación de los cuerpos de Peczack, Ferreira y Zamudio”, tres detenidos que fueron asesinados y que Mendoza certificó habían muerto en un enfrentamiento con la policía.

Pablo Camogli