Ley de Tierras: un freno a la especulación en el agro

La iniciativa del Gobierno Nacional abrió el debate. En el centro de la escena quedaron multinacionales y capitales financieros. 
 
Más allá de las modificaciones que se introduzcan en el proyecto a partir del debate legislativo, ninguna alterará un punto fundamental de la iniciativa del Ejecutivo Nacional: la definición de la tierra como un recurso no renovable. El punto es central. En el Ministerio de Agricultura señalan que el crecimiento demográfico proyectado a nivel mundial ubicará a nuestro país en un lugar de vanguardia en materia alimentaria hacia el año 2050 y, en consecuencia, las tierras cultivables en un bocado cada vez más apetecible para los países que buscan garantizar su seguridad agroalimentaria, pero también para los fondos de inversión y las multinacionales agroalimentarias que procuran incrementar sus ganancias.

En este contexto, la Ley de Tierras apunta a regular la tendencia al incremento de la propiedad extranjera, pero también busca límitar la concentración de grandes extensiones en poder de capitales financieros. Sobre este punto, los actores involucrados en el diseño subrayan que la exclusión de las tierras rurales como recurso estratégico susceptible de ser aplicado como inversión colocará a las operaciones de compra y venta fuera del alcance de los Tratados Bilaterales de Inversión y se evitará posibles reclamos ante el Ciadi, el tribunal arbitral del Banco Mundial donde suelen acudir las multinacionales.

Los protagonistas.  
Para algunos, son casi 6 millones las hectáreas en manos extranjeras. Para la Federación Agraria Argentina, la superficie asciende a 17 millones. Algunos casos son muy conocidos. Luciano Benetton, con un millón de hectáreas en la Patagonia, concentra la atención de los medios, seguido por el multimillonario norteamericano Douglas Tompkins, con 300 mil hectáreas en los Esteros del Iberá y otras 50 mil repartidas entre Santa Cruz, Neuquén y Tierra del Fuego. Un podio de celebrities que incluye al financista británico Joe Lewis, propietario de 18 mil hectáreas en la zona rionegrina de Lago Escondido, y que cierra el estadounidense Ted Turner, con 5 mil hectáreas entre Neuquén y Tierra del Fuego.

Sin embargo, no son los únicos ni los más importantes actores de la trasnacionalización que comenzó en los ’80 y se acentuó cuando las multinacionales agroalimentarias y los fondos de inversión se lanzaron a la búsqueda de nuevos territorios. Calyx Agro Ltd. es un caso que sirve para ilustrar el proceso. La firma, creada por la cerealera multinacional Louis Dreyfus Commodities en 2007, se dedica a identificar, adquirir, convertir y vender tierras en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Además, mediante contratos de aparcería, opera y administra propiedades y commodities. Otra que revista en la misma categoría es Cresud. Controlada por Consultores Asset Management –Irsa, Alto Palermo, BrasilAgro, etc.–, es propietaria de medio millón de hectáreas y controla otras tantas en distintas áreas del Mercosur. Adecoagro, con sede en Luxemburgo, es un ejemplo de trasnacionalización. 

Originariamente de la familia Pérez Companc –a través de Pecom Agropecuaria S.A.–, en la actualidad está controlada por George Soros mediante Pampas Húmedas LLC –subsidiaria de Soros Fund Management LLC–, armado financiero que el húngaro comparte con Qatar Holding LLC, fondo soberano de las autoridades qataríes.

Otro actor destacado es el magnate australiano John Kahlbetzer, dueño de Liag Argentina, un pool de campos de 110 mil hectáreas repartidas entre San Luis, Córdoba, Buenos Aires, Salta y Formosa –donde compró 40 mil hectáreas de tierras fiscales–. Emblemático del desembarco de capitales financieros es la compra que concretó The Capital Group del 40 por ciento de El Tejar por 150 millones de dólares. La empresa arrancó en 1987 en la Cuenca del Río Salado. Hoy, abarca gran parte de la Pampa Húmeda y del noreste argentino, además de distintas regiones de Uruguay, Bolivia y Brasil.

Dos estrategias. 
Según consigna el economista Rolando Astarita en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo, “la mundialización del capital agrario no obedece a una ofensiva circunstancial, sino al impulso del capital” y se verifica en un contexto donde “el 90 por ciento de los alimentos del mundo se deriva de sólo 15 cultivos y 8 especies de animales”. Concentración económica y productiva que comenzó con la “revolución verde” que expandió las fronteras y que aceleró la introducción de las variedades de alto rendimiento sustentadas en la genética.
En ese contexto, hay dos procesos paralelos. “Por un lado, los fondos de inversión que buscan rentabilidad y que entienden las materias primas como activos financieros. Por el otro, están las inversiones que, como en el caso de China, primero buscan asegurarse grandes extensiones para, en una segunda fase, pasar a la producción orientada a la exportación”, señala Carlos Bianco, economista del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentina (Cenda).

Según Bianco, hasta el momento, el proceso de extranjerización está más asociado a la comercialización de granos y oleaginosas que a la producción. “En ese sector sí hay un muy fuerte presencia extranjera”, señala el economista. Se trata del eslabón de la cadena de valor que se queda con la mayor tajada. Allí revistan multinacionales como Bunge, ADM, Dreyfus y Cargill. Además de algunas nacionales, como Molinos Ríos de La Plata. Bianco, sin embargo, al igual que otros economistas, advierte que “existe una creciente presión sobre la propiedad de la tierra”.

Un ejemplo es la estatal china Heliongjiang, que podrá explotar 330.000 hectáreas en los valles de Río Negro para la producción de granos y frutas, o cualquier otro cultivo, a cambio de inversiones en riego, caminos y energía. “En el caso de los chinos, tratan de asegurarse tanto materias primas como recursos naturales, por ejemplo en el campo de la minería, para su posterior industrialización", explica el especialista.
por Gabriel Bencivengo