Las últimas repercusiones en torno de las primarias y la propalación por los medios hegemónicos de sospechas de fraude pusieron a la luz, además de impotencia, una clara defensa del discurso único. Los medios y la oposición pueden expresarse, no así un ministro de la Nación.
La
oposición política nacional juntamente con los medios hegemónicos de
comunicación pusieron el grito en el cielo una vez que los cómputos definitivos
de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias fueron dados a conocer a
través del ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Los guarismos pusieron
al descubierto la endeble maniobra por instalar el fraude, reiterado siempre con escasísima
coherencia fáctica y sí con mucho tufo a chisme de conventillo. La maniobra
-que intentó tapar el sol con el meñique durante escasos ocho días-, fue
abonada con total ausencia de denuncia ante la Justicia electoral, excepto
la presentación de un ex ministro menemista que se la agarró con la gente de a
pie: cinco
presidentes de mesa deberán afrontar una demanda penal impuesta por el impoluto
Eduardo Amadeo, ahora devenido candidato a gobernador duhaldista en la
provincia de Buenos Aires, quien consideró que sus aspiraciones fueron
lesionadas a pesar de haber cosechado un magro 8 % de los votos en las
primarias.
El
escrutinio definitivo en la gigantesca provincia de Buenos Aires, que se completó
cinco días después al del resto del país, dio cuenta de que prácticamente coincidía
con el provisorio y sólo se diferenciaba de éste por apenas 0.03 % de votos,
que, encima, beneficiaba abiertamente a la fórmula encabezada por Cristina en
más de 350 mil sufragios, con 75 mil y poco a Alfonsín y con unos 50 mil a
Duhalde y definía que éste último había salido tercero en la compulsa.
No
obstante, aquí no terminó la cosa, porque Randazzo aprovechó la lectura de los cómputos
para desnudar con abundante material escrito la maniobra político-mediática
y señaló con todas las letras a los medios del Grupo Clarín y al diario La
Nación como propaladores ad infinitum de las sospechas, con una clara
intencionalidad antidemocrática y para violentar la voluntad soberana del
pueblo.
Concretamente,
las palabras medulares del ministro del Interior fueron: “Cuando siembran (los medios y los políticos) dudas sobre el sistema electoral, que es la columna vertebral de la
democracia, se está atacando a la democracia” y con ellas se desató otra
nueva oleada de quejas porque la lectura obligada de los sectores denunciados
fue: ataque
a la libertad de expresión.
Se
atribuyen así el derecho de ser las únicas voces audibles y/o leíbles, ya que a
coro juzgaban inaceptable las argumentaciones del Ministro, repitiendo aquella
postura que se había manifestado en el brutal dibujo de “Menchi” Sábat, el
caricaturista estrella de Clarín, de Cristina con la boca cerrada mediante dos
bandas cruzadas sobre sus labios, cuando el conflicto de la 125 parecía
arrasar en el gobierno.
Mientras
elucubraciones no exentas de agresividad abundaban en los medios opositores, se
ninguneaban algunas noticias de gran importancia para la Argentina y, mientras
esto ocurría, también tenía lugar lo más acuciante de toda esta
reiterada situación: La pavorosa ausencia de propuestas por parte de
la oposición que, luego, sólo alcanzó a levantar la consigna de la
“boleta única”, que puede ser vital para los candidatos pero poco importante para
la vida de los argentinos que, con internas o sin internas, con aparatos o sin
aparatos, con primarias o sin ellas se movilizan masivamente para ir a votar.
Las
palabras de Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema de Justicia, debieran
ser aleccionadoras para los jefes editoriales y periodistas: “No hay nada más poderoso que la información
fidedigna en manos de los ciudadanos para transformar las instituciones”. Dentro
de esa información fidedigna, ¿puede alguien pensar que no están las palabras
de un ministro o de la Presidenta de la Nación? ¿O es que transmitir
información fidedigna es un servicio que las cadenas de medios a todas luces se
han olvidado de cumplir?
Es justo
entonces que los ciudadanos, persuadidos de que los oligopolios de prensa
deciden quién habla y quién no, eluden comprarlos, escucharlos y verlos, tal
como lo demuestran los índices descendientes de aceptación que hoy por hoy
vienen padeciendo.
Silvia Torres
Medios del Mercosur
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